Publicado en Expansión el 12 de noviembre de 2008.
Uno de los problemas que tenemos los financieros es que cada poco tiempo, inventamos nuevas palabras para referirnos a los mismos o similares productos (o conceptos). Y además en inglés. A veces incluso, estos nombres son un eufemismo de la realidad o, peor, una ocultación de la realidad misma. Pondré dos ejemplos.
Hipoteca “Subprime”. “Prime” en inglés quiere decir principal, de primera calidad, óptimo. Por ejemplo, prime minister (primer ministro) o prime time, la hora de máxima audiencia televisiva. Según esto, una hipoteca “prime” sería la de máxima u óptima calidad. Y por tanto una hipoteca subprime, sería justo la que viene debajo en calidad; algo así como muy buena, pero sin ser la mejor. Pues bien, todos sabemos que en realidad, las hipotecas subprime son de muy, muy mala calidad, algo así como pésimo, o por lo menos muy malo.
Otro ejemplo. “Hedge funds”. “Hedge” en inglés significa cobertura ante riesgos. Por tanto un “hedge fund” sería un fondo que cubre sus riesgos y es muy conservador. Pues bien, la realidad es más bien la contraria. Normalmente, los hedge fund suelen ser fondos muy apalancados y por tanto con bastante riesgo.
Esta falta de claridad tiene como consecuencia que el inversor acaba por no entender lo que compra y lo que es peor, a veces el regulador tampoco lo entiende. Y de aquí vienen, en parte, los problemas que el sistema financiero acarrea en estos días.
Creo que el problema de falta de claridad afecta a muchas –¿todas?- las profesiones. A veces es debido al lenguaje muy técnico que usamos. Por ejemplo, un CDO (colletarilized debt obligation) es difícil de entender; ahora bien, el contrato de 500 páginas que escriben los abogados para describirlo, es mucho más complicado todavía.
A veces el problema está en el uso de palabras que suenas bien pero cuyo significado es etéreo. Por ejemplo, “producto de mayor valor añadido”, suele indicar producto más caro, pero ¿es también un producto más valioso para el cliente?… pues a veces sí y a veces no.
Creo que nos iría bien hacer el pacto de ser claros y transparentes (decir la verdad). Recuérdese aquello de que “se puede engañar a uno todas las veces, o a todos una vez, pero no se puede engañar a todos, todas las veces”. Y si alguna vez no entendemos algo, lo mejor es preguntar. Y si la respuesta no es clara, pues quizá es mejor no comprar aquello que no entendemos totalmente.