En mayo pasado el Gobierno Italiano año acordó con la Comisión Europea los límites de déficit público. Ahora, el mismo gobierno envía los presupuestos a Bruselas y se salta la previsión de déficit. Para evitar un «no» europeo al presupuesto, el primer ministro Renzi calienta el ambiente citando el dinero gastado en las víctimas del terremoto de Amatrice o los 2 millardos gastados de más en Sanidad (Financial Times, 25 de octubre). Todo esto nos suena familiar, pues lo mismo ocurre en España.
Al final, probablemente la Comisión aceptará el presupuesto italiano (como aceptará el español), con un pequeño tirón de orejas. La realidad es que la Comisión Europea no tiene alternativa. Insistir en los recortes es ahondar en el sentimiento antieuropeo que va creciendo en todas partes. Y además Renzi es proeuropeo y no quieren debilitar a alguien que está a favor, no sea que venga otro peor. Lo mismo podríamos decir de Rajoy y España.
Y menos mal que existe la UE y el control presupuestario. Si con este control el déficit es crónico, ¿qué sucedería sin la presión exterior de la UE? Los políticos de cada país harían de su capa un sayo y el que venga después que arree.
Ya hemos hablado muchas veces en este blog del problema del déficit público como crónico. En los últimos 35 años, muchos países nunca han tenido superávit (Francia, Italia) y los que lo han tenido (Reino Unido, España, Alemania) ha sido durante apenas 2 o 3 años y muy pequeño. ¿Se imaginan una empresa que perdiera dinero durante 30 años seguidos? Bueno, no se lo pueden imaginar porque esa empresa no existe.
¿Por qué este problema es crónico y de hecho irresoluble? Pues, en mi opinión, por dos factores:
• El ciudadano (sobre todo en Europa) es dócil y sumiso a la autoridad y no tiene conciencia de los impuestos que paga y, por tanto, de lo que le cuesta a su bolsillo la Administración Pública.
Además, el gobierno oculta esas cantidades. Ejemplo sencillo, nuestra nómina no recoge todos los impuestos que pagamos al Estado. Sería muy fuerte ver que destinamos el 40% o 50% de nuestro salario a la cosa pública (incluida la seguridad social, el mal llamado coste de empresa). Esto produce la falsa sensación de que no pagamos mucho y recibimos mucho del Estado que a la postre parece que cuida de nosotros de modo casi altruista. Es la historia de lo del dinero público no es de nadie que decía la ministra Calvo en tiempos del Gobierno Zapatero.
• No hay alineación de incentivos. Cuanto más gasta un gobierno más puede pavonearse y más votos saca.
Y si restringe gastos pierde votos. Así, ¿qué político se va arriesgar a los recortes? Además, puede gastar mucho pues hay dinero o se pide prestado, ya que el Banco Central Europeo (BCE) y la UE de algún modo son los garantes de la deuda. Y si al final hay mucha deuda, pues el muerto se lo cargará el que venga detrás.
En esta situación veo casi imposible que se reduzca el déficit. Y menos mal (insisto) que tenemos a la UE que pone un freno a los gobernantes y les da una excusa ante los ciudadanos para restringir el gasto.
¿Soluciones al déficit?
¿Y qué se podría hacer? Pues, además de las sugerencias que tengan los lectores, a mi se me ocurren dos cosas:
• Transparencia total sobre los impuestos que pagamos cada uno, no en global:
- Por ejemplo, que en la nómina me indiquen el coste total de la empresa y lo que se dedica a Seguridad Social, IRPF, desempleo, etc. Y ya sería la pera si cada trimestre o mismo cada año me enviaran un resumen de todos los impuestos que he pagado, estatales, autonómicos, municipales, etc.
- Vendría muy bien que se publicara un informe muy sencillito sobre cuantos impuestos paga el residente español: promedio de salario y promedio de impuestos pagados y en qué concepto. Creo que no sería complicado. Y si además nos indican cuatro escalones salariales (desde salario alto al bajo) y sus correspondientes impuestos, pues mejor todavía. Y si además haces comparaciones por Comunidad Autónoma, pues mejor.
- Creo que el efecto de esto sería que el ciudadano sería más consciente de lo que le cuestan los servicios que recibe del Estado.
• Actuar sobre los que toman decisiones de gasto. Hay que alinear incentivos. Hay que dar bonus para los que ahorran gasto público. Y esto aplica desde el Gobierno hasta los profesores de un instituto. Si eres director de Instituto, ¿qué incentivo tienes por ahorrar? ¿Alguien te lo va a reconocer? Al revés. Por eso pedirás más profes, más mobiliario, mejores instalaciones, etc etc etc. Y probablemente en algunos casos esté justificado, pero no siempre. Si una parte del ahorro de gastos va al profesorado como bonus, tendrán un incentivo. Pongo este ejemplo pero hay miles de ellos.
Y aquí llega la pregunta: ¿Y esto se hará? Creo que no…
Versión editada del artículo publicado en El Periódico el 15 de noviembre de 2016.
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Un buen ejemplo de lo que significa la carga impositiva en la vida del ciudadano se puede ver en este video https://www.youtube.com/watch?v=CWI2dJnz3E8 de Vox.
Muy bien explicado y creo que las dos soluciones son necesarias y la de Josep también la suscribo!
Para mi una forma gráfica de definir el déficit es llamarlo «insolodaridad generacional», creo que retrata claramente que en el fondo estamos decidiendo sobre la situación que se encontrarán las generaciones venideras ¡pero sin su consentimiento!
Igual que hubo quien definió la falta de puntualidad como la forma de decidir sobre el tiempo de los demás sin su consentimiento, el déficit crónico podría explicarse en los mismos términos.
Incluiría todos los que pagamos directos e indirectos y lo comunicaría tipo vida laboral a cada cuidadano.
También mandaría factura de cada coste de servicio publico consumido, desde un hospital, hasta el polideportivo pasando por los colegios….que la gente sea consciente de que esto no es una fábrica de dinero abstracta. El dinero sale de nuestro bolsillo y nos lo dan en forma de servicios.
Lamentablemente no pasará
La solución es buena, pero lo mejor sería entregar «todo» el dinero en mano cada mes, para que, después, al devolverlo, el ciudadano supiese de verdad no sólo cuánto paga, sino cuánto cuesta ganarlo, es decir, cuánto duele al soltarlo.
Ello tendría efectos notables sobre el voto. La mentalidad mágica (o moiseística, que llamo yo), que cree que el dinero, como el maná, cae del cielo y que no tiene límite (y por tanto, que no lo tienen sus «derechos») tendría un estímulo para empezar a ver el mundo como es, y no como dicen las apetencias o los discursos (esa confusión en general ensoñadora y alienadora que llamamos «ideología»).
De acuerdo con el diagnóstico pero escéptico con la solución. Tener más información sobre impuestos pagados y gasto público es imprescindible, pero el ciudadano medio tiene poca cultura en general, y cultura financiera y fiscal en particular. Pagar bonus por ajustar el gasto a los ingresos está bien. Quizá complicado de implementar. Pero lo que de verdad funcionaría es que escriban en esa Constitución intocable e inmutable, que parece origen y final del Universo, que si un gobierno tiene déficit anual (o en dos años consecutivos o en las condiciones que se determinen) se inhabilita para administrar a los miembros del ese gobierno, se disuelve el Parlamento y se convocan elecciones de manera inmediata.
Eso igual funcionaría.
Saludos.
Uff, Josep, vas fuerte!!!
en el punto 2 se podrían incluir también los impuestos indirectos que pagamos. Sería un informe espectacular!