El día 27 de octubre tuvo lugar en el IESE una reunión sobre el sector sanitario. Es una buena iniciativa por la importancia que éste tiene en el bienestar de todos primero, y en la economía después, ya que es un tanto por ciento muy importante del PIB y todavía más del gasto público. Lamenté no poder asistir, porque estoy seguro de que, estando a cargo de Núria Mas, se barajaron ideas interesantes para una mejora del sector, que indudablemente tendrán muchas de ellas un valor notable para renovar nuestro sistema.
Pero me alarma un poco el titular de prensa, del que sospecho que ni la organizadora ni los ponentes tienen ninguna culpa. El titular de prensa dice que el sector aboga “por una nueva gestión pública”, que debería ser “más innovadora”. Cuesta estar en desacuerdo con esta afirmación, ya que cualquier tipo de gestión puede siempre mejorar y nuestro sistema sanitario es con frecuencia blanco de diversas críticas, que afectan sobre todo a las consabidas “colas de espera”. Sin duda, una gestión más eficiente, más creativa dispuesta a cambiar cosas para mejor sería bienvenida. ¿Por qué te alarmas, pues, se preguntará el lector?
Hay una razón muy sencilla. En los últimos años se ha hablado de un “New Public Management” (lo pongo en inglés porque la expresión se ha popularizado así) que, en muchas versiones prácticas, ni es “New” ni es “Management”, pero sobre todo no es “good”. Consiste en las viejas recetas de medir todo, lo medible y lo no medible, y poner fuertes incentivos a la consecución de objetivos cuantitativos. No es nuevo, porque ya, en trabajos de bajo nivel, es lo que hacía Taylor hace más de un siglo; y si allí podía ser aplicable e incluso en ocasiones positivo en muchos aspectos (no en todos, cuidado), en trabajos más elaborados como los relacionados con la sanidad no lo es en absoluto.
Y no es management porque el management consiste precisamente en valorar las circunstancias particulares, los elementos intangibles, las peculiaridades de las personas que tienen que hacer las cosas, ser muy cuidadoso con ellas, aprovecharlas en todo lo que valen incluyendo sus iniciativas, considerar todas las consecuencias de lo que vamos a hacer… nada que tenga que ver con un sistema mecánico de medidas y de incentivos.
Desgraciadamente, cuando se habla de “New Public Management”, de una nueva gestión pública, o incluso de mejorar las escuelas, se tiene en mente algo así. Recientemente hemos sabido que por estos andurriales que hay quien considera que para arreglar las escuelas hay que dar incentivos a los maestros. No se me ocurre una manera mejor de introducir toda clase de perversiones: hay datos fehacientes de estudios rigurosos que ponen de manifiesto que los incentivos a la docencia funcionan mal, muy mal. Y a no sé quién se le ha ocurrido ahora esta peregrina idea…
Tratar de medir las cosas y de objetivarlas en lo posible, no es nada que deba considerarse como malo. Al revés. En ocasiones ponen de manifiesto cuestiones que se desconocían, y pueden llegar a ser un acicate para mejorar. Pero eso será si tenemos claro que hay que mejorar la gestión y (principalmente en sanidad) unos resultados que tienen partes muy cualitativas, no las medidas que por definición son muy parciales.
Nueva gestión pública, sí. Con Imaginación. Con ganas. Con rigor. Sistemitas de medidas e incentivos mecánicos, no, gracias. Ni es nuevo ni es management.
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Profesor Rosanas, encuentro muy interesante su reflexión sobre la nueva gestión pública. Había escuchado el término y, en realidad, no había acertado con que era lo nuevo o innovador. De su artículo infiero que no está de acuerdo con establecer un sistema de incentivos basado sobre indicadores cuantitavos, en ese caso ¿qué opciones pueden ser más pertinentes para alinear los resultados individuales de cada servidor público con los resultados institucionales?
Pues lo de siempre: la persuasión, el buen trato, el agradecimiento, el poder ver un buen futuro…