Leo en La Vanguardia del 27 de noviembre que en la VIII Conferencia Internacional de la Banca, organizada por el Banco Santander, tanto la presidenta, Ana Patricia Botín, como el gobernador del Banco de España, Luis María Linde, enviaron el mismo mensaje al sistema bancario: hay que acabar con las malas prácticas. ¿Quién podría oponerse a esta idea abstracta? Todos estamos a favor del bien y en contra del mal, excepto quizás los malvados de las películas de James Bond y similares, que siempre quieren destruir el mundo no se sabe muy bien por qué.
Pero si leemos un poco más, nos damos cuenta de que dicen varias cosas peligrosas. En primer lugar, que no va a ser posible alcanzar los niveles de rentabilidad anteriores a la crisis, que, como referencia, eran según parece, del 20% en el 2007. Este 20% es un promedio y los promedios son muy poco fiables en este contexto, pero dejemos aparte este hecho.
No puedo, por supuesto, afirmar nada concreto de ningún banco en especial, pero, en general, y sobre todo de los bancos y cajas que tuvieron graves problemas, se puede afirmar con toda seguridad que las rentabilidades previas a la crisis eran ficticias . Si no lo hubieran sido, hubieran podido construir un patrimonio a prueba de bomba, claro. La verdad es que los préstamos (las hipotecas principalmente) se contabilizaron a unos valores que van mucho más allá de lo que recomienda la prudencia y la sabiduría tradicional de las normas contables. ¿Están estas prácticas contables entre las que se pretende erradicar? Porque si sí, no parece muy buena manera la de aceptar sus resultados. Los resultados, insisto, eran ficticios; y por lo tanto, deberían empezar por reconocer esta verdad usando métodos contables adecuados; lo que probablemente daría también unos resultados post-crisis mejores de lo que dan. O sea, “en realidad antes de la crisis teníamos resultados malos, y los que vamos a seguir teniendo no van a ser mucho mejores, pero esperamos que poquito a poco vayan mejorando” sería un mensaje mucho mejor.
La segunda es que Ana Patricia Botín dice que el coste de capital se ha mantenido en niveles cercanos al 10% para los bancos europeos, pero la rentabilidad ha caído del 20% al 4%. A quien se crea esto, le resulta obvio: como obtenemos el 4 y nos cuesta el 10, perdemos dinero; cuando obteníamos el 20, obviamente ganábamos.
Pero veamos. ¿En qué consiste el coste de capital? Según los libros de texto básicos, es un concepto de coste de oportunidad, algo muy difícilmente medible. Es la rentabilidad que, dado el nivel de riesgo, están dispuestos a aceptar los suministradores de capital. Hoy seguramente se conformarían con poquito. No sé de dónde sale el 10%, pero probablemente es la aplicación ciega de una fórmula que se suele usar, que en ocasiones está muy lejos del concepto en sí. Entonces, se dice, la rentabilidad ha caído del 20 % (que, como decimos, era ficticio) al 4% actual. La implicación es clara: debemos ganar más dinero porque si no lo hacemos, no cubrimos el coste de capital. Es la excusa perfecta para subir comisiones y medidas semejantes, ante las cuales el cliente se encuentra indefenso.
Finalmente, muy peligroso lo que no dicen. Las malas prácticas, ¿por qué se produjeron? Y, por tanto, ¿cómo se van a evitar a partir de ahora? Silencio… Y en cambio, la respuesta es muy fácil: las produjeron los sistemas de incentivos que apretaban a los empleados para que concedieran hipotecas que nunca se hubieran debido conceder.
No sólo nos hubiéramos evitado la crisis, también nos hubiéramos ahorrado la Colau ¿Han eliminado los bancos estos sistemas? ¿No? Pues esperemos más malas prácticas . No sé exactamente cuándo ni por donde, pero inevitablemente llegarán…
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Post realmente interesante.
Me recuerda a una frase de medicina que decía algo como «El buen médico trata la enfermedad y el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad», dicha por el señor William Osler.
Pues esto tendría que ser aplicado por los bancos.
Saludos