Me llegaba hoy a las manos un artículo “de investigación” procedente de Noruega y de personas cuya formación se sitúa básicamente en el terreno de las finanzas que pretenden contestar a la pregunta de si obligar a que en los consejos de administración haya una cierta proporción de mujeres (una ley noruega de 2005, según parece, establece un mínimo de un 40%) disminuye el valor de las acciones en la bolsa. No es la única pregunta a la que pretenden contestar, pero sí la primera y posiblemente la más importante (es la única que está en el título del artículo) y también la más absurda, aunque las siguientes lo sean también bastante. Y antes de ver sus respuestas, hagamos algunas reflexiones.
Si hablo aquí de esto es porque es común hoy en día, paradójicamente, no hacerle demasiado caso a la ciencia de verdad (es decir, la que está bien razonada) y en cambio, cualquier estadística, por absurda que sea, es calificada de “científica” y para referirnos a ella usamos expresiones contundentes como “se ha demostrado que…”, “está probado que…”, cuando deberíamos decir como mucho que “en un estudio encontraron que es posible que…”, y eso únicamente en aquellos casos en los que esté claro que el estudio está bien hecho, con un buen conocimiento de la teoría de la probabilidad y la estadística. Y de estos hay más bien pocos, desgraciadamente: lo que se encuentra con frecuencia son aplicaciones mecánicas de técnicas por parte de personas que ni saben lo que las técnicas y los programas de ordenador tienen dentro. Entonces, el buen razonamiento, que es la base de la ciencia sólida, queda en un segundo plano en beneficio de unas observaciones estadísticas que, en el mejor de los casos, reflejan realidades completamente distintas mezcladas.
Es común hoy en día, paradójicamente, no hacerle demasiado caso a la ciencia de verdad (es decir, la que está bien razonada) y en cambio, cualquier estadística, por absurda que sea, es calificada de “científica”.
En un ejemplo muy manido, tener dos personas en promedio medio pollo con medio kilogramo de patatas puede querer decir que uno tiene el pollo y el otro las patatas. No digamos ya de la observación anecdótica de un caso particular: ver a un directivo joven almorzando en un restaurante de comida rápida conduce a veces a decir que hoy hay muchos directivos jóvenes que comen en restaurantes de comida rápida.
Pero vayamos a nuestro tema. Imaginémonos por un momento (sólo por un momento) que por los métodos estadísticos más rigurosos obtuviéramos el resultado de que sí, de que incorporar mujeres en el consejo baja el valor de las acciones en bolsa sin ninguna duda. ¿Qué haríamos a continuación? ¿No incorporar a ninguna? ¡Qué absurdo! Primero, porque hay mujeres y mujeres: incorporar a una mujer porque lo es, sin ninguna formación empresarial ni conocimiento del negocio ni de la organización es en general absurdo, pero no porque lo digan las estadísticas, sino porque lo es; y no incorporar a una mujer con formación, experiencia y sentido común en el tipo de cuestiones que se tratan en el consejo porque las estadísticas dicen que el precio de las acciones bajaría, sería más absurdo todavía. Siempre he estado de acuerdo con una vieja afirmación (atribuida a Simone Weil) que decía que no debía ser un requisito imprescindible para que una mujer pudiera ser nombrada a algún cargo importante el que fuera competente, porque en estos mismos cargos hay muchísimos hombres incompetentes y nadie pone en duda su presencia allí. Es decir, en la práctica, tengamos a la competencia profesional como la principal guía, pero sin sesgos, por favor: exigir competencia a las mujeres y no a los hombres es sencillamente estúpido.
Incorporar a una mujer porque lo es, sin ninguna formación empresarial ni conocimiento del negocio ni de la organización es en general absurdo, pero no porque lo digan las estadísticas, sino porque lo es; y no incorporar a una mujer con formación, experiencia y sentido común en el tipo de cuestiones que se tratan en el consejo porque las estadísticas dicen que el precio de las acciones bajaría, sería más absurdo todavía.
Segundo, porque las estadísticas no dicen nada sobre el por qué. Puede ser que “los inversores” en el mercado de capitales (abstracto que usamos con frecuencia y que impide ver que “los inversores” suelen tener nombre, apellido y razón social) tengan prejuicios sobre la incorporación de mujeres a los consejos y piensen que es mejor que no. La consecuencia sería, obviamente, que hay que educar a “los inversores” o evitar que se puedan comportar corporativamente defendiendo a “los suyos”. “Los inversores” no son competentes por definición: hemos visto en las pasadas olas de escándalos como muchos (¡muchos!) no lo son en absoluto.
Pero es que el punto de partida no es bueno. No creo que se pueda “demostrar” de manera incontrovertible con métodos estadísticos que el precio de las acciones baje. Ni que suba. Ni que se quede quieto. Hay muchos factores funcionando a la vez que hacen que las medidas sean muy imperfectas. Por ejemplo, la competencia de las personas, de cada una de ellas. Ni es medible, ni se puede dar por supuesto nada sobre ella. De hecho, si leemos con cuidado, veremos que dicen que los datos “no permiten rechazar la hipótesis de un efecto cero sobre el valor de las acciones del impacto del shock que esta ley significó en la composición de los consejos”. Lenguaje diplomático incomprensible para las personas corrientes y molientes, únicamente para decir algo que se suele considerar como políticamente incorrecto.
O sea que en Noruega hay quien, para aprovechar el efecto de la entrada en vigor de una ley, ha estado perdiendo el tiempo. Pero eso no es lo malo: allá ellos. Lo malo es que nos creen prejuicios a nosotros.
La investigación en dirección de empresas debe servir para mejorar la toma de decisiones. No necesariamente de manera inmediata, puede ser a largo plazo con desarrollos complejos: los problemas no son simples, por tanto no se pueden esperar soluciones simples a corto plazo.
Y ya lo pésimo es que a eso se le llame investigación en dirección de empresas. La investigación en dirección de empresas debe servir para mejorar la toma de decisiones. No necesariamente de manera inmediata, puede ser a largo plazo con desarrollos complejos: los problemas no son simples, por tanto no se pueden esperar soluciones simples a corto plazo. Pero este tipo de investigación –la estadística noruega– no la mejora ni a corto, ni a medio ni a largo plazo. Por tanto, no es de dirección de empresas. Quizá sea de sociología de tercera categoría, todo lo más. Pero esto lleva con frecuencia a que personas sensatas, profesionales de la dirección de empresas, digan que algunos académicos tienen mucho rigor y una gran preparación académica, pero los aplican a problemas muy poco interesantes. Y no. No tienen rigor ni sentido común. Normalmente, usan una estadística que no entienden. ¿Por qué no les mandamos al cuerno de una vez?
Esta entrada también está disponible en: Catalán
Me apunto a lo de enviarlos al cuerno cuanto antes. Las cuotas no sirven y apoyo plenamente esta afirmación: «tengamos a la competencia profesional como la principal guía, pero sin sesgos, por favor: exigir competencia a las mujeres y no a los hombres es sencillamente estúpido». Y la preguntita de marras se las trae…
Es una verdad incontrovertible que es más sencillo opinar que describir, todo el mundo opina, pocos comprenden como paso previo a la descripción. Concuerdo con usted en que dicho artículo, ya en su propio título, no se dirigía a conocer qué aspectos de la conformación de los Consejos inciden negativamente en la valoración de los títulos, si no a generar reflexiones sobre si existe carga negativa por «la feminidad» en los órganos rectores. Le agradezco sinceramente su interés en compartir y generar pedagogía respecto al caso, pero sobre todo por ser universalista y no parcial.
Decir que en el consejo de una gran empresa tiene que haber un 40% de mujeres es como decir que tiene que haber un 25% de menores de 40 años rubios y con ojos azules, con pelo en el caso de ellos.
Seamos serios, quien está en un consejo suele ser porque es la persona adecuada para ello, bien por conocimientos, bien porque es quien pone el dinero. La excepción la encontramos, claro en las empresas públicas patrias.
Hay mujeres de sobra preparadas en España que dirigen o han dirigido grandes empresas, léase Patricia Botín, Carina Szpilka o las Koplowitz. Y si indagasen en el mundo de las startups tecnológicas nacionales, descubrirían hay muchas mujeres dirigiendo o en puestos de gran responsabilidad. Y no lo están por el hecho de ser mujeres, sino porque son las adecuadas.
El articulo es interesante pero que alguien (quien sea) llegue a pensar que un consejo dependiendo del genero mayoritario en el va a afectar al precio de las acciones es un signo de locura o de estupidez.
El articulo es muy interesante sigan asi me gusta mucho sus post
Me encantu esta información sigan asi
Ceramica o titanio.
Me encanta la info que compartieron.. hay fechas?
Hola, me pareció muy interesante, con respecto al tema pienso que para que una empresa funcione no hace falta que haya solo mujeres ni solo hombres, sino personal capaz de integrarse y fomentar una aporte valioso por el bien de la empresa.
En fin buena reflexión. 🙂
Me parecio muy interesante, me gustaria mas reflexiones como esta, les animo.
Muchas gracias