El diario ARA publicaba hace un par de semanas un artículo de Xavier Roig con este mismo título, que me permito copiar aquí. El artículo es, en una buena parte, acertado. De hecho, en la conclusión, expresada ya en el título, que dice que no nos podemos permitir un estado del bienestar que está por encima de lo que podemos pagar, tiene toda la razón, no me cabe ninguna duda. Pero hay dos matices importante en lo que dice que no quiero dejar de comentar, y con los que, seguramente, él estaría de acuerdo.
Primero, la última frase del artículo, que entiendo que es lo que él propone: «aumentar la productividad: trabajar más y mejor». Si, en términos abstractos, no queda más remedio que estar de acuerdo, pero esto a menudo se interpreta como si se dijera que hay que trabajar más horas (tal vez sí, pero no es seguro) y haciendo más esfuerzo, quizás «agotándose físicamente». Y eso, en el mejor de los casos, hay que matizarlo considerablemente.
Estas expresiones (las mías y no las de Xavier Roig) pueden inducir a pensar que toda la culpa de que no seamos más ricos o no tengamos una productividad más alta es de los trabajadores, de los empleados que no se esfuerzan lo suficiente. Y no es esta la cuestión. O quizás en parte sí, pero la parte más importante tiene que ver con los empresarios y directivos.
Nuestra productividad es baja, admitámoslo, pero ¿por qué? En estudios clásicos del siglo pasado se veía que la productividad se podía aumentar de tres maneras: (1) con inversiones en nueva tecnología más eficiente, (2) con nuevas ideas, y (3) poniendo más esfuerzo. Desgraciadamente, en la actualidad, si miramos qué artículos o libro s hay disponibles relativamente recientes sobre cómo aumentar la productividad, sólo se fijan en el sistema de incentivos que haga que los empleados les convenga aumentarla, es decir, sólo se fijan en el esfuerzo. Que es una manera de dar la culpa a los empleados. Y no: las otras dos son igualmente importantes o más. Y ambas se han menospreciado por la desgraciada idea de la maximización del valor de los accionistas que se diseminó (y en una buena parte se aceptó) allá por los años 80 del siglo pasado. Hacia finales de siglo, en en la mayor parte de las memorias de las grandes empresas, se decía que tenían como objetivo fundamental la maximización del valor de los accionistas. Si no lo ponían, eran mal vistos por los mercados de capitales.
Posteriormente, lo han ido quitando. Ahora ya muy pocas lo dicen. Da mala imagen Los » mission statements » ahora ignoran el » shareholder value «, y en cambio, suelen estar a favor del bien y en contra del mal, sin puntualizar mucho más. O diciendo que tienen una gran responsabilidad social, que a menudo significa que hacen algún tipo de donación benéfica.
En cambio, lo que debería hacer la dirección es dirigir bien la empresa. Hacer que los empleados se encuentren a gusto, que les parezca que el objetivo o la misión de la empresa es algo que vale la pena, y que están tratados con justicia. Entonces, cuando esto ocurre, a los empleados se les ocurren ideas nuevas para hacer las cosas más eficientes, y ponen todo el esfuerzo que sea necesario. Pero ¡cuidado! Si después de que a alguien se le ha ocurrido una idea rentable, los frutos de la idea van sólo a los accionistas o los directivos, esta persona probablemente ya no tendrá más buenas ideas. O si esforzándose ha conseguido mejorar las cosas organizándose mejor, si la dirección le hace » ratcheting «, es decir, a partir de entonces ya se da por supuesto que hay que ir hacia adelante y hacer más, y que no se puede tirar para atrás (como el » ratchet «, el trinquete de una rueda dentada, que hace exactamente eso), lo pensará dos veces antes de volver.
En resumen, la mejor manera de aumentar la productividad es creando un clima de justicia y de confianza dentro de la empresa. Que los sistemas de incentivos no contribuyen a crear, por cierto. Si no, por mucho que pongamos tecnología avanzada, sólo sacaremos una pequeña parte de la posible productividad. Y seguiremos pagando / cobrando poco y no podremos tener la sanidad y la enseñanza que todos quisiéramos. Esencialmente, hay que mejorar la gestión en el sentido que hemos dicho. No con las «técnicas» automáticas que están de moda y que no conducirán nunca a nada más que quizás unas décimas de beneficios trimestrales. O quizás a salarios directivos hinchados, pero de eso hablaremos otro día.
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