En el post anterior hablamos de cuán pocas empresas (en porcentaje) cruzan el umbral de los sesenta años y nos preguntábamos cuáles pueden ser las causas de tan baja pervivencia en ambos grupos de empresas.
Cuando a principios de los años 40 del siglo pasado, Joseph Schumpeter introdujo el término destrucción creativa estaba -de algún modo- diciendo que es muy difícil que las empresas puedan perdurar sin cambios drásticos. Schumpeter se refería a cuestiones que en terminología actual llamaríamos seguramente temas relacionados con la estrategia de la empresa, su modelo de negocio y su organización.
De nuevo, temas que parecen nuevos, pero que ya en los años 30 del siglo pasado Chester Barnard analizaba e introducía una nueva dimensión: las personas.
En su libro “The Functions of the Executive” (1938 Harvard University Press), Barnard separaba decisiones personales y decisiones organizacionales. Ambas, decía, deben estar alienadas. De lo contrario peligra la sostenibilidad de la empresa.
Chester Barnard argumentaba que las empresas debían ser en general de vida corta, porque la mayoría de ellas no cumplían con los criterios de eficacia y eficiencia necesarios para la supervivencia. Con el término eficacia se refería al logro de sus objetivos y metas, y con el término eficiencia aludía a la capacidad que tiene la empresa como organización de personas de mantener la motivación de las personas que en ella trabajan.
Aunque pensemos que el management ha avanzado mucho, nada nuevo bajo el sol. Hoy se habla mucho de propósito de la empresa. La pregunta sería: ¿Qué entendemos por propósito de la empresa? Una respuesta rápida y sintética sería decir que es el “para qué” existe la empresa. Las personas se sentirán mas cómodas o menos cómodas si la respuesta es “para ganar dinero” u otra con alcance más orientado al bien común.
La idea de que la empresa está sólo para ganar dinero es, en mi opinión, confundir los medios con los fines.
La empresa tiene que ganar dinero. Es una condición sine qua non. Una empresa que pierda dinero sistemáticamente está abocada al fracaso. Aunque sólo sea para asegurar la sostenibilidad, hay que ganar dinero. Pero eso es un medio, que debe de servir para alcanzar un fin de naturaleza superior.
A vosotros empresarios, lectores de este post, os invito a pensar si en vuestro mundo cabe el propósito y, por lo tanto, tenéis bien definido el propósito de vuestra empresa (como fin) o si, por el contrario, sólo os interesa ganar dinero. Si fuese lo segundo estamos confundiendo el medio con el fin y esto, aunque es perfectamente lícito, tiene sus riesgos.
En toda empresa es fundamental saber retener el talento que hemos sido capaces de atraer, y una manera muy eficaz de retener esas personas que aportan su talento es conseguir que sus intereses personales estén alineados con los objetivos de la organización; y eso no se consigue sólo con dinero.