Recientemente, en la reunión de un consejo de familia tuve ocasión de asistir a un pequeño altercado entre hermanos.
“Si tú eres el director general y tú el director comercial”, decía enfadado uno de los hermanos dirigiéndose a sus dos hermanos mayores, “a mí, por derecho, al menos me corresponde el puesto de director de fábrica.” Este razonamiento suyo se basaba en el hecho de que cada hermano tenía derecho a un puesto directivo y él recientemente obtuvo su grado en ingeniería y por tanto le correspondía por derecho.
Tratamos entre todos los presentes de hacerle notar que los puestos no se podían asignar a dedo sino que tenían que concurrir dos circunstancias: que hubiera hueco disponible y que el candidato cumpliera los requisitos para el puesto.
“Efectivamente el puesto no existe, pero considero que habría que crearlo”, seguía argumentando el hermano menor. En la fábrica había un responsable de fabricación «de toda la vida» pero el joven retoño pensaba que había llegado el momento de «profesionalizar» la dirección de fabricación. En cuanto a cumplir con los requisitos no tenía duda que los nuevos métodos que había aprendido en la universidad, ayudarían a revolucionar la manera de hacer en el taller.
Hay que reconocer que el candidato ha sido un estudiante brillante, pero quisimos hacerle notar que no se trataba solo de tener un brillante currículo universitario, sino que había que tener cierta experiencia. “¿Pero por qué creéis tan importante la experiencia?”, saltó nada más oír la palabra. En su opinión sus hermanos querían tener gente con experiencia porque “temían al cambio” que él podía introducir.
En una sesión privada traté de hacerle ver que la prudencia es una cualidad que debe adornar a cualquier buen directivo y que él estaba siendo todo menos prudente. También le dije que antes que mandar hay que haber aprendido a obedecer y que él carecía de experiencia alguna en términos de organizaciones jerárquicas. Todo fue inútil. Él quería ejercer el derecho que creía tener, tal como lo habían tenido sus hermanos.
A decir verdad sus dos hermanos, bastante mayores que él, habían entrado «a dedo» en la empresa en vida del padre que había fundado la empresa. Entraron en administración y comercial y al fallecer el padre, el hermano que llevaba administración y finanzas se hizo cargo de la dirección general y otro hermano de la dirección comercial.
El consejo de familia estaba en un buen aprieto. La historia parecía avalar las exigencias del hermano menor, pero todos veían que era altamente imprudente asignarle la responsabilidad de director de fabricación. Sin embargo quizás era demasiado tarde para empezar a hablar de obligaciones a alguien que se había criado en un ambiente de «tengo derecho a…»
Estimado Josep,
Yo actualmente me he independizado y estoy dando asesoría a empresas familiares para introducir orden y profesionalismo. Agradezco tu generosidad en compartir tan importantes aportes sobre tu experiencia en estos campos.
Saludos cordiales,
Juan Miguel Galeas
Un buen articulo, yo soy el mayor de mis hermanos, gracias por esta información
Estimado Manú,
Muchas gracias
Saludos
Josep
Apreciado profesor,
Leyendo su artículo me estoy dando cuenta que vengo de una empresa familiar donde fuimos criados en el ambiente e «tengo derecho a…»
Yo soy la segunda de tres hermanos y por suerte no he tenido que depender de la empresa para tener trabajo. Mis hermanos sí y ello nos ha llevado a muchas peleas parecidas a la que usted describe.
Comparto su opinión y creo que si hubieramos sabido organizarnos y planificar hubieramos evitado crear puestos «a dedo» y hubiera sido mucho mejor para todos.
Permitame que le haga una pregunta ¿una vez hecho el reparto «a dedo», qué se puede hacer para evitar estar en disputas constantes?
Muchas gracias por compartir este ejemplo.
Saludos cordiales,
Estimada Penélope,
Una vez hecho el reparto “a dedo” lo mejor que puede hacer la familia empresaria es hacer una evaluación constante del rendimiento y aportación de cada miembro. En el caso de los directivos familiares, mi sugerencia sería llevarlo al consejo de administración, eso sí, si la empresa tiene uno creado. Idóneamente, en el consejo de administración habría voces independientes que podrían evaluar las prestaciones de los directivos y hacer recomendaciones en consecuencia.
Es un tema muy complejo y tiene mucho que ver con la institucionalización de la empresa, pero si la familia es capaz de establecer unos mecanismos basados en parámetros profesionales el conflicto se puede evitar, sobre todo de cara a las siguientes generaciones.
Saludos
Josep