Estos son los tres pilares sobre los que se sustenta la sostenibilidad de cualquier empresa. Tienen la característica de que la falta de uno de los no se puede suplir con la superabundancia de los otros.
Son tres pilares que cada uno de ellos lo podríamos conectar con la idea de si nuestra empresa tiene los accionistas convenientes.
La iniciativa es fundamental en cualquier empresa, una empresa que no innove está condenada a desaparecer. Otra cuestión es si los accionistas han de aportar iniciativa al negocio o no. Depende. Pero en cualquier caso lo que no pueden hacer accionistas responsables es oponerse a iniciativas que permitan el normal y necesario desarrollo de la empresa.
Por lo que hace referencia al dinero hay que saber mantener un equilibrio básico entre la cantidad de deuda que estamos dispuestos a soportar en nuestro balance y la autofinanciación después de considerar la necesaria (o no) distribución de dividendos. De nuevo el tipo de accionistas condicionará este equilibrio. Hay que cuidar a los socios con perfil financiero, pero no deberíamos esperar de ellos aportaciones al pilar de la iniciativa.
Por lo que hace al endeudamiento hay una regla básica: No mezclar riesgo financiero y riesgo de negocio. Endeudar una empresa que por el tipo de negocio ya es de alto riesgo es casi sinónimo de asegurar la insolvencia de esta. Así pues, mucho cuidado con sumar a un riesgo de negocio alto, un alto nivel de endeudamiento.
Finalmente, pero no menos importante, la cuestión del poder. Aunque la ley de sociedades de capital el poder lo confiere a los accionistas como propietarios del capital, sería un error pensar que solo ellos ejercen poder en la empresa. Los empleados, los sindicatos, algunos suministradores de recursos críticos, la administración en negocios regulados, etc. tienen tanto poder como el que la ley les otorga a los accionistas. Conviene no olvidarlo y hacer un análisis en profundidad de cuales son realmente los equilibrios de poder que hemos de saber mantener.