Esta es la pregunta que formulábamos en el post anterior. Si el empresario considera que ha sabido crear una empresa de dueño, pero no tiene ninguna intención de que la familia participe -ni siquiera en el rol de accionistas responsables- seguramente lo más adecuado será pensar en vender la empresa y convertir en dinero líquido todo el valor que ha sabido crear. A partir de ahí la cuestión es qué hacer con el dinero, pero eso ya es harina de otro costal.
Lo puede devolver a la sociedad en forma de legado en favor de una institución o creando una fundación, o por medio de cualquier otra fórmula de las muchas que ofrece el derecho.
Si por el contrario quiere dejar la empresa a la familia como un legado a la siguiente generación, la primera pregunta que debe hacerse es la siguiente: ¿Qué modelo de empresa familiar estoy considerando?
Por supuesto el tamaño influirá en el modelo de empresa a configurar, pero no sólo el tamaño. Si se trata de una empresa pequeña o de perfil artesanal muy centrada en unos saberes y capacidades que se transmiten por contagio, quizás sea adecuado un modelo de empresa de trabajo familiar donde los miembros de la familia trabajan en la empresa, habiendo demostrado -eso sí- que tienen las capacidades adecuadas.
Si con los años transcurridos desde la fundación, la empresa ha adquirido un cierto tamaño y se han ido incorporando directivos ajenos a la familia a la gestión de la empresa, probablemente lo más oportuno será que los miembros de la familia que quieran participar activamente en la empresa lo hagan a nivel directivo, con formación universitaria y en gestión de empresas de buen nivel.
Como decíamos en el post anterior, nada puede ser objeto de la voluntad si antes no se ha conocido. Los miembros de la familia que vayan a heredarla deben conocer la empresa. Hay que pensar en enseñarles a amar la empresa cuando todavía son jóvenes. Una buena manera de hacerlo es “pagarles” unas vacaciones de verano trabajando en la empresa. No se trata de ir a descargar camiones o reponer estanterías del almacén -que son trabajos muy dignos- sino que se trata de tener un plan bien trazado para que en ese verano conozcan la empresa, y si un día heredan acciones de aquella sepan qué representan aquellas acciones y no las vean como un simple título de propiedad, o lo que sería peor, como un activo financiero.
Espero que con estas consideraciones la labor de pensar en el futuro que vayáis a emprender este verano esté un poco más enfocada, o por lo menos que los puntos anteriores puedan servir de marco general de referencia.
¡Os deseo a todos un muy feliz verano!