La semana pasada entró en mi email uno de los pocos emails que escapan al sistema antispam del IESE. Era publicidad pero empezaba con una historia para captar la atención del lector y evitar el «delete». En mi caso lo consiguió. Esta era la historia.
Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que al otro no sabía que le sucedía, no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó. El rey mandó a llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacerlo volar. Al día siguiente, el monarca decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines.
El rey le dijo a su corte, “Traedme al autor de este milagro.”
Su corte le llevó a un humilde campesino.
El rey le preguntó: “¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres acaso un mago?”.
Intimidado, el campesino le dijo al rey, “Fue fácil, mi Señor, sólo corté la rama y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar.”
Esta historia me hizo pensar en los jóvenes halcones de las familias empresarias que inconscientes de tener alas y acomodados en la rama del frondoso árbol familiar, pasan los mejores años de sus vidas a la “sombra del rey”. A su vez, la historia es una buena metáfora para hablar de uno de los valores fundamentales para liberar el potencial que está deseando salir para mostrarse el mundo y romper con los pensamientos limitantes y la falta de coraje.
Me refiero al espíritu emprendedor.
Es otro de los valores que comparten las grandes empresas familiares. En ellas, las familias potencian y apremian el vuelo y la iniciativa. Es lo que les lleva a tener generaciones emprendedoras capaces de transferir el legado familiar.
Pero también cabe decir que el espíritu emprendedor no es una condición genética que se trasmite por la vía sanguínea. Muchos empresarios desde jóvenes padecen el denominado síndrome del ADN que consiste en pensar que sus hijos van a heredar la capacidad emprendedora y de gestión que tienen los padres.
Se equivocan, a los hijos desde la más temprana edad se les inculcan los valores que la familia tiene incorporado en su sistema de creencias. Las familias emprendedoras son aquellas que no esperan que los hijos echen a volar por si solos, las familias empresarias emprendedoras les enseñan la pasión por volar y aún más importante les acompañan mientras no tengan fuerza y experiencia suficiente para volar por si solos y en la dirección que eligen.
Esto lo último es fundamental porque para emprender uno ha de tener coraje para andar por caminos inexplorados y saber que hay una familia que lo quiere y apoya.
Bueno entre lo deseable y la realidad casi siempre hay un «gap». Lo deseable es, como usted dice, que se facilite la autonomía de los hijos, pero esto es mucho más complejo de lo que parece, hay muchos factores en juego, y sinceramente no creo que ningún padre desee conscientemente «cortar el vuelo» a su hijo, y ningún hijo que conscientemente no quiera explorar el mundo por su cuenta. Por otra parte, cuando se habla de «emprender», casi siempre nos referimos a algo así como «tomar la iniciativa», asumir riesgos,o transformar una idea en un proyecto, en definitiva en pasar a la acción, pero nos olvidamos de que requiere que la acción se de en un marco ético, aunque entiendo que en su post, esto está supuesto. En cualquier caso, para «emprender» tiene que darse una serie de atributos en el sujeto que emprende, mas allá de su coraje para llevar a cabo un proyecto, atributos como la autonomía, la creatividad, la capacidad de relaciones interpersonales, la autoestima, la responsabilidad, la tolerancia a la frustración, la reflexión crítica, la flexibilidad ante las dificultades, el conocimiento de uno mismo…en fin, ese tipo de cosas que se van incorporando a lo largo de la vida. Lo del ADN del «espíritu emprendedor», me parece muy reduccionista. No es que haya un gen, es que hay un aprendizaje, y contextos que favorecen o que dificultan el espíritu emprendedor en la empresa familiar.
Estimada Berta,
Muchas gracias por compartir tus observaciones.
Todos los atributos para emprender que nombraste son los rasgos que fácilmente podemos reconocer en la mayoría de las personas emprendedoras. Si nos pusiéramos a elaborarla, la lista sería muy larga. Pero sigue habiendo una cualidad a la que no me atrevo a ponerle calificativo. No es la suerte como algunos argumentan.. Es algo que hace que unos triunfen y otros no. Es lo que hace que solamente unos pocos vean cumplido su sueño transformado en un importante proyecto empresarial. Lo que sí sabemos es que además de los rasgos de personalidad de cada uno, tiene mucho que ver con la cultura, la educación y los valores familiares.
Saludos
Josep
Estoy de acuerdo con el profesor Tapies, en lo que se refiere a dejar volar a los hijos; En principio a poca altura para evitar que se dañe o dañe al alguién o algo. La asignación de la responsabilidad a través de un proyecto en concreto puede ser un buén camino. La dimensión y trascendencia del proyecto puede irse incrementado con el tiempo y la experiencia.
En lo que se refiere al ADN, creo que el espiritu emprendedor/empresario es una herencia genética (una más) familiar. Pero también creo que no es garantia de capacidad y mucho menos de éxito, y que debe cultivarse y enriquecerse en un entorno de libertad y cultura del esfuerzo.
Estimado Mero,
Muchas gracias por compartir tu opinión.
Si el espíritu emprendedor existiera como un componente del código genético, la sucesión seguramente no sería el principal tema en lo que se refiere a la “problemática” de empresa familiar.
Es justamente este uno de los elementos que más cuesta transmitir a las siguientes generaciones. Pero no es un tema solamente en la empresas familiares. Sucede en todas las profesiones en las que el talento individual marca las diferencias.
Saludos
Josep