Hace más de diez años escribí en Expansión una columna que llevaba este mismo título.
Al empezar a escribir sobre el empresario y su mundo me ha parecido que venía muy bien rescatarlo pensando en las muchas personas que son y hacen cosas extraordinarias. Y además este título tenía la ventaja de contener palabros en inglés, que es idioma obligado en cualquier texto de gestión de empresas.
Mi énfasis va a estar puesto en el empresario, como obliga el nombre del blog.
Nadie ha sido calificado de extraordinario si previamente no se ha atrevido a romper los límites que las experiencias probadas acaban imponiendo y que a menudo resultan agobiantes.
Repasando la historia de empresarios de éxito que he tenido la suerte de conocer y las de otros a los que no conozco, pero sobre los cuales hay abundante literatura publicada, he podido constatar que la mayoría de las veces, la semilla de su éxito estaba en atreverse a hacer aquello que aún no estaba escrito en ningún manual de estrategia ni de dirección de empresas cuando ellos lo hicieron.
Uno puede pasarse la vida analizando todo cuanto acontece a su alrededor con la lupa de las cinco fuerzas de Michael Porter y ser incapaz de dar rienda suelta a una idea, que quizás no soportaría un análisis teórico pero que, sometida a las reglas del mercado, puede llegar a revolucionar un sector económico entero
Cuando en el título de este post hablo de “pensar fuera de la caja”, me refiero al juego de unir nueve puntos de un cuadrado con una línea sin levantar el lápiz del papel ni pasar dos veces por el mismo sitio. La mayoría de las personas piensan que no es posible, pero alguien con capacidad de alejarse del tablero y ponerle un poco de imaginación, encuentra la solución. Basta con salirse del tablero. Nadie había dicho que hubiésemos de circunscribirnos al perímetro del mismo.
Eso es lo que saben hacer de manera innata los empresarios en esa empresa que les ha proporcionado mucha satisfacción y algún que otro disgusto. Por mi experiencia, creo que lo consiguen echando mano de la intuición, de su sexto sentido, de su valentía, de su coraje. En definitiva, de su espíritu emprendedor, al que hay que sumar otras virtudes, conocimientos y experiencias sin los cuales, resulta imposible convertir una buena idea en una oportunidad de negocio, que acabe creando gran cantidad de riqueza en sentido amplio.
No hay duda de que obrar de este modo puede conducir, y de hecho lo hace en múltiples ocasiones, al fracaso; pero no es menos cierto que es esta misma actitud la que convierte oportunidades de negocio invisibles para la mayoría, en el germen de grandes corporaciones cuya manera de actuar acaba siendo estudiada en las más prestigiosas escuelas de negocios.
En mi próximo post, dentro de quince días, hablaré de las cualidades y modos de pensar que a mi modo de ver son comunes en los empresarios de éxito.