Terminaba mi post anterior diciendo que es importante que el empresario prepare a sus hijos para ser accionistas responsables. Está muy de moda emplear el término “accionistas responsables” cuando se habla de las siguientes generaciones en la empresa familiar. Podemos entender ese término como la idea de saber que no han recibido sólo un patrimonio económico o financiero (a veces heredan deudas) sino que también han de sentirse custodios de un legado, conscientes de que, en esas partes alícuotas del capital de la empresa, además de un valor económico hay toda una historia que incorpora unos valores y una manera de hacer las cosas que hacen que esa empresa, para ellos y para los distintos grupos de interés tenga personalidad propia.
Soy de la opinión de que los herederos deben ser también accionistas prudentes.
Parafraseando a un profesor de IPADE (la escuela hermana del IESE en México), la prudencia es la virtud que dispone la razón práctica para discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien. Enseña el rumbo de las acciones y el modo de realizarlas. Una persona prudente capitaliza sus enseñanzas del pasado y retiene todo aquello que le puede servir para ser prudente.
Como dice el profesor Ugarte, la prudencia es una virtud fundamental. Cuando le decimos a alguien que sea prudente lo estamos invitando a evitar acciones audaces, a evitar riesgos y a manejarse de manera conservadora para no equivocarse. El profesor Ugarte es doctor en filosofía y no se dedica a temas de empresa, sino a temas relacionados con las personas y su modo de actuar.
Quisiera comentar un punto respecto al término “conservadora”. Como decíamos en nuestro libro Cien familias que cambiaron el mundo, a veces se dice que las empresas familiares son conservadoras con un significado un tanto peyorativo, como queriendo decir que son poco innovadoras. Nada más lejos de la realidad. Las empresas que han querido sobrevivir a más de cien años son empresas de naturaleza innovadora. Una cosa es querer conservar la empresa de generación en generación, y otra cosa bien distinta es no innovar.
Dice el profesor Ugarte que la prudencia proviene del verbo “provideo”, que significa ver de lejos o prever. Esta previsión es el acto más importante de la prudencia, saber ver las dificultades que se nos van a presentar. La prudencia es el arte de vivir; quien es prudente sabe vivir, vive bien y adecuadamente, con una forma que corresponde a una adecuada naturaleza.
Así pues, querido empresario, procure ser prudente y trate de enseñar esa virtud a sus herederos. Ellos y su empresa se lo agradecerán.