¿Revitalizar, comprar, vender?

Hace años edité un libro llamado Familia Empresaria en el que colaboraron varios colegas del IESE. Uno de ellos fue Pedro Nueno que comentaba, entre otras cosas, lo que se describe en este post. Me ha parecido de tal actualidad al hilo de los últimos posts publicados que he creído de interés reproducir textualmente una parte de la colaboración de Pedro. Este era el texto:

Con Josep Tàpies publicamos un trabajo (¿Cuándo hay que vender una empresa?) que nos permitió estudiar muchos casos de empresas familiares que habían sido vendidas. Y también, lógicamente, casos de empresas cuya venta fue estudiada por el empresario, debatida a veces a nivel familiar, pero no se produjo. Una conclusión que ponemos en el trabajo y que está también soportada por otros estudios, es que en transacciones empresariales suelen acertar más los vendedores que los compradores. La razón es que los vendedores cobran por lo que entregan, que es lo que han hecho, mientras que los compradores pagan por lo que van a hacer con esto en el futuro. Y luego no siempre son capaces de hacerlo. Hay sin embargo entre un 30 y un 40 por ciento de casos en que los compradores sí consiguen mejorar el negocio que compraron y por tanto resulta que lo compraron bien.

Vemos empresas familiares que se venden y a veces generan un titular de prensa negativo. La cuestión es qué futuro tenían esas empresas. Vender una cosa que está bien pero que tú no puedes llevar a la siguiente fase necesaria –globalización, por ejemplo- puede ser la mejor forma de garantizar el futuro de la compañía, poder empezar otras actividades empresariales congruentes con tus posibilidades y diversificar tu patrimonio o el de tu familia. Esto es bueno para la sociedad. Pero lo que nosotros hemos visto a lo largo de los años y el estudio nos sirvió para volver a reflexionar sobre ello, es la capacidad de engañarse de muchos empresarios, sobre todo familiares, frente a la idea de vender su empresa. Vender la empresa se percibe como un fracaso y se quiere evitar a toda costa. Si la empresa entra en declive esto se explica como algo normal debido a causas externas de la economía. Si la empresa debiera adquirir algo para compensar la falta de crecimiento de unos cuantos años, todas las alternativas se van eliminando porque a todas se les encuentra montones de problemas. Si hubiera que hacer movimientos hacia el extranjero, nada tiene sentido porque los posibles socios no son honestos o los directivos son poco realistas en sus pretensiones para expatriarse. Simplemente autoengaño para pasar el día a día. Estas cosas acaban mal, también son titular, y son mucho peores para la sociedad que la venta de la empresa en su momento álgido. El valor que se ha destruido en estos casos se ha perdido para los propietarios de la empresa y para la sociedad. Si no se puede desarrollar y diversificar la empresa, quizás se deba reflexionar sobre diversificar el patrimonio.