La excelencia es un valor imprescindible a cultivar en cualquier empresa y por supuesto la encontramos como uno de los valores que comparten las empresas familiares exitosas. Con la excelencia termino la serie de los siete valores a los que he dedicado este post las semanas anteriores.
En su famosa obra In search of excellence Thomas Peters y Walter Watermann enunciaban una serie de ocho atributos que habían identificado en un conjunto de empresas que ellos calificaron en aquellos momentos como excelentes. Hablaban de orientación a la acción, cercanía al cliente, espíritu emprendedor, contar con las personas, involucración directa en el manejo del negocio, centradas en el negocio que dominan, estructuras muy simples y aspectos relacionados con la centralización y la descentralización. Cuando uno se detiene a observar las empresas familiares es fácil darse cuenta de que en general prestan mucha atención a los atributos descritos por Peters y Waterman. Es más, me atrevería a decir que lo llevan en su ADN.
En el caso de las empresas familiares, la excelencia pasa por imprimir los mismos criterios a la familia y la empresa. No se puede esperar tener una empresa excelente sin tener una familia que la lidere desde la excelencia.
La familia es un sistema complejo, que crece y se modifica continuamente en base a las nuevas personas que por nacimiento o como nuevas parejas se incorporan a ellas. Esto supone unas transformaciones constantes que implican renegociar constantemente muchos temas importantes, incluyendo el encaje de las distintas creencias y la revisión de los valores familiares.
Pero si la familia tiene la excelencia asumida como un valor fundamental, jamás tendrá que renunciar a ella porque es la base que garantiza que los necesarios ajustes conducirán hacia el éxito familiar y empresarial. El proceso implica doble esfuerzo porque requiere mantener la visión puesta en el desarrollo de la familia y a su vez de la empresa.
Lograr la excelencia requiere mucho trabajo, esfuerzo y criterio. Que nadie piense que la excelencia puede ser fruto del azar. Se consigue con esfuerzo y con determinada actitud.
Llegado este punto me gustaría cerrar esta serie dedicada a los valores de las empresas familiares con una pregunta:
¿Exigimos a los jóvenes de nuestra familia el esfuerzo necesario para que se acerquen a la excelencia en todos los órdenes de su vida?
Estimado Señor Tapíes: Muchas gracias por sus valiosos aportes en esto de la gestación y gestión de las Empresas Familiares; soy su asiduo lector, aprendiz y emulador de los valores que deben rodear la gestión de las EF.
Un abrazo fraterno de Navidad.
Manuel Arbeláez Monsalve