Me refería en mi post anterior al momento en el cual el empresario fundador se enfrenta a la cuestión de qué papel deben jugar los miembros de familia en el futuro de la empresa.
Es normal que el empresario se sienta orgulloso de la empresa creada y a la vez piense que es el mejor legado que le puede dejar a sus hijos. Perfectamente comprensible. Sin embargo, es importante aclarar lo que entendemos por “dejar la empresa”.
¿Estamos pensando en traspasarles las acciones? Normal, legal y lícito.
Otra cosa es traspasarles la dirección de la empresa o su gobierno.
Para saber dirigir hay que haber aprendido previamente. Hay que haber cuidado mucho la etapa de aprender a hacer de la nueva generación, y ello no incluye sólo una buena formación profesional (preferentemente universitaria). Además de haber aprendido los fundamentos de la dirección de empresas, los miembros de la siguiente generación tienen que ser capaces de:
1. Tener visión de hacia dónde queremos que vaya nuestro negocio.
2. Haber aprendido el oficio. Es decir, conocer cuáles son las palancas fundamentales de nuestro modelo de negocio.
3. Haber ejercido una posición de gestión en una empresa distinta a la de familia.
Cumpliendo estas tres condiciones, estamos tan sólo en la parrilla de salida.
Hay que encargar al nuevo o los nuevos aspirantes, tareas y responsabilidades concretas con objetivos medibles. Sólo así podremos después evaluar si les podemos confiar la dirección de la empresa.
Otra cuestión es querer que la siguiente generación ocupe puestos en el órgano de administración. Aquí hacen falta unas capacidades distintas a las de dirigir. Se trata de gobernar, es decir, “hacer hacer” sin imponerse, influyendo en la dirección sin sustituirla y, por supuesto, no entrando en el micromanagement. Ardua tarea que no se aprende en los libros ni en las aulas.
Esas capacidades o se tienen o no se tienen. Lo mismo les pasa a los buenos músicos o los buenos escultores. Por excelentes que sean ellos en su trabajo nada puede garantizar que su hijo sea también una persona virtuosa en ese oficio.
Por lo tanto, querido empresario, prepare a sus hijos para ser accionistas responsables. Ahí reside la auténtica garantía. Lo de involucrarles en tareas de gestión o de gobierno, puede que sí, puede que no. La propiedad es lo único que no se puede externalizar.