A quién le encargo la continuidad

Cuando el emprendedor de éxito contempla con merecido orgullo la obra que él o ella ha sabido crear piensa que esa obra no puede perderse y busca a alguien con la confianza suficiente como para depositar en esa persona esa responsabilidad. Si sólo se piensa en la confianza se corre el riesgo de pensar que sólo podrá encargarle esa responsabilidad a uno de sus hijos.

Con frecuencia el padre forma a su hijo para que refleje su propia imagen, y los hijos de padres que han tenido éxito tienen una permanente -y a veces abrumadora- necesidad de triunfar a sus propios ojos. Son palabras del historiador de empresas familiares Wayne Broehl.

Por su parte, el sucesor siente el ansia de tener que demostrar una capacidad igual o superior al padre, lo cual le convierte en una persona con grandes ambiciones que pueden llegar a rozar la temeridad. Es decir, hijos que sienten la obligación de demostrar que están, no sólo a la altura de lo que hizo el predecesor, sino que incluso pueden superarlo. Cito de nuevo a Broehl: Puede llegar a ocurrir que lo que importa es rebasar a toda costa la estrategia del progenitor, sin tener en cuenta las necesidades y capacidades del propio proyecto empresarial. De ese modo, se convierte en estrategia de negocio lo que comienza como un objetivo personal, lo cual suele ser contraproducente y puede conducir a un exceso de temeridad, si no se dispone de los órganos de gobierno adecuados.

Con frecuencia al fundador le cuesta darse cuenta de que sus hijos no son iguales que él y les impone un itinerario formativo que no se aviene con las capacidades y carácter de cada uno. Los padres con su mejor buena voluntad pueden caer en los extremos de ser excesivamente proteccionistas con sus hijos –para evitar que sucumban a potenciales peligros– o sobre exigentes para que consigan unos logros extraordinarios, poniéndose ellos mismos como modelo a imitar.

Por otra parte, está el tema de que el sucesor tenga la autoritas suficiente. Algunas veces los directivos de la empresa -la vieja guardia- consideran que los hijos del fundador tienen una ventaja injusta sobre ellos. Esta percepción puede ser más aguda si los jóvenes no se habían forjado un currículum profesional fuera de la empresa familiar antes de incorporarse a ésta. Esos hijos piensan -desafortunadamente a veces con razón- que quienes les rodean creen que reciben un tratamiento especialmente favorable por ser quien son, no por lo que hayan hecho o puedan hacer.

La relación de parentesco con la familia propietaria, puede ser como la mayoría de las cosas en esta vida, una ventaja o un inconveniente. Cada caso es cada caso. Conviene tocar de pies en el suelo, para tomar la mejor decisión en tan trascendental asunto.

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