La mayoría de empresas familiares nacen con la voluntad de permanecer en el tiempo y de pasar de una generación a otra de la familia empresaria. Con esa intención, la familia define su visión y su misión (y la del negocio) y decide de qué manera quiere participar en el
proyecto empresarial. Sin embargo, puede llegar un momento en el que ya no interese seguir siendo un negocio familiar.
Cerramos esta serie de posts sobre los aspectos que la familia empresaria debería plantearse antes de preparar su protocolo familiar analizando las circunstancias que pueden llevar a una empresa familiar a dejar de serlo. Básicamente, esta decisión puede deberse a razones empresariales o a motivos familiares.
Los factores relacionados con la estrategia empresarial que pueden llevar a una empresa familiar a dejar de serlo son: que no esté claro el futuro del negocio, que la empresa no haya alcanzado el tamaño suficiente para ser eficiente, o que haya otros motivos relacionados que impidan mantener una posición competitiva sostenible.
Por otra parte, existen numerosas razones familiares que pueden llevar a abandonar el proyecto empresarial común. Las más habituales son que se rompa la unidad familiar o que las nuevas generaciones dejen de sentirse comprometidas e identificadas con el proyecto empresarial.
La ruptura de la unidad familiar no tiene porqué deberse a desavenencias personales. También puede suceder que los miembros de la familia dejen de compartir la filosofía fundacional de la compañía y empiecen a esperar cosas diferentes de la empresa. Por ejemplo, que unos estén interesados en el legado que dejarán a sus descendientes y a otros solo les preocupe el rendimiento económico; o que unos busquen el reconocimiento social y otros vean el negocio como un lugar en el que asegurarse un trabajo.
Sea como sea, lo importante es que la familia sea consciente de que puede llegar un momento en el que ya no desee compartir el proyecto empresarial y en ese caso lo mejor es dejar de ser empresa familiar de forma consensuada y sin recelos, intentando evitar los posibles conflictos que esta delicada situación podría provocar. Para lograrlo puede ser muy recomendable recurrir a profesionales externos que acompañen a la familia en este proceso.
También en este momento resultará muy útil contar con un protocolo familiar que regule las relaciones entre la familia propietaria y su negocio. No hemos de olvidar que el protocolo familiar es el instrumento más adecuado para organizar los aspectos relacionados con la propiedad, gobierno y gestión en la empresa familiar, como podrían ser: delimitar el acceso de los miembros de la familia a la empresa; establecer los puestos de responsabilidad, tanto en la gestión como en el gobierno de la misma; definir las políticas de dividendos activos y pasivos y la política de financiación en relación con los miembros de la familia; regular la transmisión de las acciones; definir a los interlocutores del grupo familiar con los gestores de la empresa; prever la sucesión y, también, definir el protocolo de actuación en caso de que llegue el momento en el que la empresa decida dejar de ser familiar.