Últimamente se habla mucho de innovación. «La innovación es la clave para superar la crisis», leemos en los titulares de la prensa económica un día tras otro. Es cierto que si se consigue desarrollar una cultura de innovación en la empresa, ésta estará mejor preparada para afrontar épocas de crisis.
¿Por qué? Porque la empresa que ha logrado desarrollar un ADN innovador está acostumbrada a buscar soluciones para dar respuesta a nuevas necesidades, incluso a crear nuevas necesidades y eso es precisamente lo que necesitará en un momento de recesión: ser capaz de detectar nuevas oportunidades de negocio y darles respuesta. Pero nada de esto es nuevo.
La innovación es el motor de supervivencia de toda empresa, como ya he comentado en otras ocasiones. La mayoría de casos que se recogen en el libro 100 familias que cambiaron el mundo son una buena muestra de ello, pues sin innovación continua no hubieran superado el siglo de vida ni seguirían existiendo hoy en día.
Las empresas familiares son fruto del espíritu emprendedor de sus fundadores. A veces, además, a esta iniciativa emprendedora se une la capacidad innovadora, como en el caso de Swarovski. Su fundador, Daniel Swarovski, no solo tuvo la idea de crear una empresa dedicada a la fabricación de cristal tallado para bisutería sino que también inventó una máquina eléctrica que permitía tallar y pulir los cristales con mayor rapidez y precisión, una innovación que en su momento revolucionó el sector.
En la década de los sesenta, Mahou, la compañía cervecera líder en España tuvo que hacer frente a la entrada de cervezas importadas de Dinamarca, Reino Unido y Alemania, y a los cambios en la demanda, en especial a un aumento en el consumo de refrescos. Una vez más, la familia Mahou recurrió a la innovación para superar estas dificultades, como había hecho en numerosas ocasiones desde su fundación en 1890. Así, la marca renovó los grifos expendedores de cerveza de barril y lanzó al mercado nuevos formatos: la cerveza de un litro, los envases de un tercio y las latas.
La innovación es una forma de renovarse continuamente para no quedarse atrás en el mercado y también para detectar (o crear) nuevas necesidades. Los bisnietos de Kaspar Faber, fundador de Faber-Castell, introdujeron la estampación de la marca en sus productos para diferenciarse de la competencia. Más tarde, la empresa inventaría el lápiz de marca: habían convertido los lápices en objetos de lujo.
Innovar es transformar nuevas ideas en resultados, como explica la nueva serie de podcasts que hemos lanzado y en la que analizamos cómo fomentar la capacidad innovadora de la empresa familiar. Y vosotros, ¿qué papel creéis que juega la innovación en la continuidad de una empresa familiar? ¿tenéis una metodología para reflexionar sistemáticamente sobre ello?