¡Feliz 2016! Empezamos el año hablando de la felicidad de la familia empresaria. Una familia feliz es una familia unida y capaz de comprometerse con el proyecto empresarial, dos aspectos imprescindibles para que la empresa familiar tenga continuidad en el tiempo.
Como explica el colaborador de la Cátedra de Empresa Familiar Alfonso Chiner en el artículo que hoy publica en In Family Business, la investigación académica y nuestra experiencia práctica nos confirman que las familias felices comparten ciertos rasgos. Entre ellos, el interés por el crecimiento personal de cada miembro de la familia y por la mejora de las relaciones interpersonales a nivel familiar. Para afrontar con éxito estos retos resulta muy útil el protocolo familiar, entendido como un proceso de mejora de las personas que potencia la armonía familiar.
Ya comenté hace algunas semanas que el protocolo familiar debería ser un documento vivo y flexible que se adapte a la estructura y al momento vital de la familia empresaria, nunca un reglamento rígido que hay que cumplir a rajatabla por imposición externa. El protocolo debería nacer fruto del debate y del consenso familiar. De hecho, este proceso de reflexión compartida es muchas veces la excusa perfecta para que los parientes se sienten a pensar juntos en su futuro como familia empresaria.
Con este enfoque, el protocolo se convierte en un marco de convivencia que cohesiona a la familia alrededor del proyecto empresarial común. Para que así sea, el protocolo ha de contemplar tres dimensiones: las personas, la familia y la empresa. Ha de velar por el crecimiento personal y profesional de cada familiar, ha de fomentar la unidad y la armonía de la familia, y ha de mantener informados a los miembros de la familia para que puedan desempeñar con excelencia sus responsabilidades en el negocio, ya sea como propietarios o como empleados.
Por eso, desde la Cátedra de Empresa Familiar del IESE plateamos el protocolo familiar como un proceso y no solo como unas normas escritas sobre un papel. En este caso, como en tantas otras cosas de la vida, importa tanto o más el camino que el destino final, porque de nada sirve un reglamento sobre el papel si la familia no se siente identificada con él.
Así que empezamos el año invitándoos a poner en marcha ese proceso de reflexión que supone la preparación del protocolo familiar. El artículo que hoy publicamos en In Family Business es un buen punto de partida y, a lo largo de las próximas semanas, Alfonso Chiner irá desgranando las tres dimensiones del protocolo familiar: personas, familia y empresa.
La semana que viene publicaremos un decálogo con 10 rasgos comunes que creemos que caracterizan a las familias empresarias felices. Os adelanto uno que considero clave: las familias empresarias felices se centran en las cosas que les unen en lugar de en aquellas que les pueden distanciar. ¿Qué otros rasgos añadiríais al listado?