¿Felicidad o bienestar?

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«¿Qué me haría más feliz?». Es una de las preguntas que formula Lucía Ceja, investigadora de la Cátedra de Empresa Familiar, en el artículo Felicidad y familia
empresaria: ¡ser feliz depende de ti! publicado en In Family Business. Pero ¿de qué depende realmente ser feliz?

Continúa explicando el articulo de Lucia Ceja que, según diversas investigaciones del ámbito de la psicología positiva, continuamente buscamos la felicidad en el lugar equivocado. Creemos que ser feliz depende principalmente de factores externos, como tener más dinero, pero lo material no lo es todo. Así lo dicen estudios recientes. Aristóteles lo afirmó con claridad meridiana hace más de 2.000 años.

El estagirita reconocía que para ser feliz es necesario tener ciertos bienes, pero su forma de entender la felicidad iba mucho más allá de lo material. Para Aristóteles, la felicidad tiene que ver más con la vida del conocimiento y del desarrollo de virtudes  que con las posesiones materiales. Considera que ser feliz está más relacionado con el alma que con lo terrenal y coincido con él: a mi modo de ver, la felicidad está en el interior de las personas y no depende únicamente de su posición económica.

Precisamente hace unos días, La Vanguardia se hacía eco de una investigación de WinGallup International sobre la relación que existe entre riqueza, desarrollo económico y felicidad. La principal conclusión: los países más felices no son ricos, según este macroestudio en el que han participado 64.000 personas de 65 países. O dicho de otro modo: los países más ricos no son los más felices.

Como dice Cristina Sen, la periodista que firma el artículo, no se trata de tomarse estos datos al pie de la letra, pero creo que son un buen punto de partida para reflexionar sobre la felicidad. El estudio de WinGallup muestra que ser feliz va más allá de las riquezas y de los bienes materiales, aunque medir el nivel de felicidad es algo muy subjetivo.

De hecho, creo que muchos intentos de medir el grado de felicidad que se han hecho desde la psicología en realidad hacen referencia al concepto de bienestar, entendido no solo en sentido material si no también como «sentirse bien», y no al de felicidad, al menos tal y como yo la entiendo.

Decía Aristóteles que la verdadera felicidad consiste en hacer el bien. Para el filósofo griego, solo la virtud y el esfuerzo serio conducen a la felicidad. Siguiendo sus consejos, si queremos llegar a ser felices tendremos que trabajar duramente para conseguirlo. Y la empresa familiar, como apunta Lucía Ceja, es un contexto propicio para lograr ser felices, no por cuestiones de propiedad sino porque en estas empresas se valoran (o deberían valorarse) especialmente el esfuerzo y la dedicación.

Por eso, si queremos contribuir a la felicidad de las siguientes generaciones, la clave no solo radica en legarles un buen patrimonio, sino en trabajar los valores y las virtudes, premiar el trabajo duro y hacer de los miembros más jóvenes de la familia empresaria personas y herederos responsables del patrimonio. Porque el hecho de que sean herederos, per se, no les hará felices.

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