Cambiar sin perder la esencia, evolucionar manteniendo el espíritu fundacional. Esa es la clave para la pervivencia de la empresa familiar a lo largo del tiempo. Pero, ¿cómo puede una empresa familiar renovar su identidad sin perder el espíritu con el que fue creada? Esta es la pregunta que hace unas semanas me planteaba una lectora de este blog, una joven colombiana hija de dos padres emprendedores que dice «no conocer otra forma de vivir diferente a la de tener empresa propia».
Cada generación debe reinventar la empresa familiar para mantenerla competitiva en el nuevo entorno, aquel en el que le corresponde vivir y que seguramente guardará muchas diferencias con el contexto original en el que nació la compañía. Pero, tal y como apunta la propia pregunta, esta reinvención debe hacerse preservando la identidad de la empresa, que debería basarse en unos valores y unos principios inalterables (aunque adaptables).
De la importancia de los valores ya hemos hablado anteriormente en el blog. Como escribía hace unos meses al hilo de la publicación del estudio “Los valores y la comunicación en la empresa familiar”, el ejemplo es el mejor transmisor de los valores. En la familia empresaria, los más jóvenes crecen empapándose de los valores y del modo de hacer de la familia e interiorizan ambas cosas de forma natural. Esos valores y modo de obrar se trasladan también a la empresa familiar, donde guían las acciones de la empresa y la toma de decisiones.
Una vez bien asumidos esos valores, hay que pasar a la acción y traducirlos al funcionamiento de la empresa para lo cual es útil formularse preguntas como:
- ¿Qué visión del negocio tenía la anterior generación y qué visión tenemos la generación actual con respecto a lo que ha de ser nuestra empresa dentro de 25 años?
- ¿Cuál es la misión de nuestra empresa? O dicho de otro modo: ¿cuál es la necesidad real que estamos resolviendo satisfactoriamente a nuestros clientes? ¿Por qué nos prefieren a nosotros en lugar de a nuestros competidores?
- ¿Qué tipo de capacidades nos diferencian de nuestros competidores?
Una buena lectura para profundizar en estos temas es el artículo «Building Your Company’s Vision», publicado por James C. Collins y Jerry I. Porras en la Harvard Business Review.
Ya que hoy nos hemos puesto un tanto filosóficos, acabaremos el post hablando de principios. Resulta muy inspirador el libro Los 7 hábitos de gente altamente efectiva, de Stephen Covey cuya primera edición vio la luz hace más de 25 años. El autor invita al lector a intentar vivir basándose en unos principios básicos como son la integridad, la humildad, la fidelidad, el coraje, la justicia, la paciencia, la simplicidad y la modestia. Y añade que cuando una persona decide guiar su vida siguiendo estos principios humanos inmutables suele orientarse a una definición de éxito distinta, pero en mi opinión más eficaz para el desarrollo como persona.
¿Habéis leído el libro de Stephen Covey? ¿Qué enseñanzas extrajisteis de esta lectura? ¿Creéis que las reflexiones que plantea el autor pueden trasladarse a la empresa familiar? Os invito a compartir vuestras reflexiones en los comentarios de este post.
Estoy de acuerdo con Juan, yo soy de una familia con empresa familiar y al final tenemos que ayudar desde el más pequeño hasta el más mayor.
Arriesgar a veces puede ser la mejor opción, por ejemplo el caso de Cinepolis, cuando Alejandro Ramirez tomó riendas del negocio familiar (en los 90’s) arriesgó mucho pero le salieron bien las cosas y ahora es una de las mejores empresas cinematograficas del mundo.
Las familias que desean permanecer en el negocio durante generaciones no tienen más remedio que fomentan el espíritu empresarial dentro y fuera de su empresa familiar.