Una traducción un tanto libre del poema de Joseph Rudyard Kipling, I kept six honest serving-men, podría ser esta: Mantengo seis honestos sirvientes (ellos me enseñaron todo lo que sé). Sus nombres son Qué y Por qué y Cuándo y Cómo y Dónde y Quién.
Una vez más, estos seis adverbios me han resultado muy útiles a la hora de plantear el análisis de una situación. En este caso el mundo en el que vive inmerso el empresario.
La respuesta al ¿Qué hace? La encontramos en el post anterior: Crear riqueza. No solo hacerse rico. El empresario busca la aportación de valor a sus clientes a través de productos o servicios que satisfacen una necesidad real, cuida de sus empleados, retribuye a sus accionistas y está atento a los diferentes grupos de interés.
¿Por qué lo hace? Si le hacemos esta pregunta a un grupo de empresarios probablemente la respuesta sería esta: porque le sale de natural. Es su vocación.
A lo largo de mi vida profesional, he conocido muchos tipos de empresarios, propietarios de sus empresas y las motivaciones son múltiples. La gente piensa que la única motivación del empresario es la de hacerse rico. Cabe esa posibilidad, pero a mi me parece que no es la única. Ya hemos hablado en el punto anterior de la vocación de crear riqueza. Lo de hacerse rico es consecuencia del reparto justo de esa riqueza. Y quiero resaltar lo de reparto justo. No se trata de crear valor para el accionista por la vía de la reducción de costes y solo eso. Se trata de trabajar con imaginación en como aumentar la primera línea de la cuenta de resultados. Ahí es donde entra la motivación de muchos empresarios exitosos. Ven su empresa como un medio para divertirse creando productos y vendiéndolos. Inventan continuamente nuevas oportunidades. Unas tienen éxito y otras no tanto, algunas veces viven fracasos, pero no se amilanan. De los fracasos también se puede aprender y mucho.
Otros lo hacen para crear empleo. Hay numerosos ejemplos de ello. Citaré uno como homenaje a mi querido colega y amigo Jose Antonio Segarra que dedicó grandes esfuerzos a dar forma a la configuración institucional de este proyecto y al inspirador del proyecto Cristóbal Colón alumnus y conferenciante en el IESE desde hace muchos años. Se trata de La Fageda, que en el inicio de su pagina web se autodefine así:
“Somos un proyecto social ubicado en la Garrotxa (Girona) que tiene por misión mejorar la calidad de vida y promover la integración social de personas de colectivos vulnerables. Utilizamos una estructura empresarial potente que trabaja para crear valor en la organización y en el resto de la sociedad”.
Podríamos citar cientos de casos que han sido capaces de poner a las personas en el centro, sin renunciar a la necesaria rentabilidad que es condición sine qua non para la sostenibilidad de cualquier proyecto.
Me doy cuenta de que se me han quedado en el tintero todavía cuatro de los adverbios, pero el espacio disponible es el que es. Seguiremos…
(*) En este blog, cuando hablamos de “empresarios”, “consejeros” o de “directivos”, entendemos que el cargo puede ser desempeñado por una mujer o un hombre de forma indistinta. También cuando nos refiramos a los clientes, los empleados, los expertos, etc., usaremos la forma masculina como genérica, para agilizar la lectura, entendiendo que engloba tanto el femenino como el masculino.