En nuestro anterior post decíamos que un consejo que pueda aportar valor deberá tener unos consejeros que reúnan ciertas características (allí les llamaba atributos) que clasificábamos en varias dimensiones para hacer más fácil el modo de abordar la cuestión. Esas dimensiones eran: conocimientos, capacidades, cualidades, actitudes y valores.
Por lo que se refiere a conocimientos un consejero que quiera aportar valor a la empresa y a su negocio debería entender el entorno y ser capaz de analizarlo con rigor en lo competitivo, económico, social y político. Además, deberá poseer conocimientos financieros, de estrategia, de organización, antropológicos y conocer bien la historia de la empresa.
Sus capacidades deberían ser de análisis y de síntesis (no hay que permitir que el consejo llegue a la parálisis por el análisis). Debe ser capaz de hacer un buen diagnóstico de situaciones complejas, valorar las situaciones y saber discernir lo urgente de lo importante. Actuar con rigor, sin superficialidad dejándose llevar por las modas. Ha de saber escuchar y razonar. Razonar no es lo mismo que tener razón. Manejarse bien en entornos cambiantes. Estructurar bien los problemas para poder diseñar soluciones. Ser capaz de tomar decisiones. Comunicar bien y ser capaz de trabajar en equipo. Por supuesto se podrían añadir más capacidades a esta lista, pero estas me han parecido las imprescindibles.
Hablemos de las cualidades. Un consejero debe ser una persona de prestigio, con capital reputacional propio. Por supuesto ha de ser competente en su campo de especialidad. Debe ser trabajador (preparar bien un consejo requiere mucho trabajo); con un punto de vista amplio, con buenas relaciones externas (network), una persona con sensatez para formar juicio ante las situaciones y por supuesto, alguien que ante la duda tenga claro que lo primero es la empresa de la cual es administrador.
¿Qué podemos decir de su actitud? Ha de ser una persona comprometida con la empresa, un tanto pasional y a la vez humilde, con ganas de querer aprender y estando dispuesto a cambiar de opinión cuando le demuestren que no llevaba razón, pero también dispuesto a mantener su opinión cuando las razones de otros no le resulten convincentes. Aquí sale de nuevo lo de tener capacidad de relación y trato amable. Ha de mostrar respeto por las demás personas (él o ella no lo sabe todo) y estar dispuesto a escucharlos. Como reza la Desiderata atribuida a Max Ehrmann: “escuchar a todos. Incluso los más aparentemente ignorantes tienen su propia historia”. Ser un persona discreta y orientada a las soluciones y no a los problemas.
Para terminar el post, hablemos de los valores. Los estudios muestran que los fracasos morales y financieros rara vez se producen por problemas de falta de conocimientos técnicos. Se dan por falta de habilidades interpersonales y la ausencia de prudencia. La influencia de los valores y el clima de trabajo, la lógica, la historia, las creencias, la ética, etc… En este tema las políticas de nombramiento de consejeros y los sistemas de incentivos resultan críticos.