En el post anterior mencionamos el método del caso como una forma de aprender basada en la formulación de las preguntas adecuadas a cada caso. El método del caso se empezó a utilizar en la Harvard Law School a finales del siglo diecinueve y en la década de 1920 se empezó a utilizar en la Harvard Business School como método de enseñanza en la materia de marketing. Años después, en esa escuela, todas las materias se enseñaban por el método del caso. En dicho método los profesores lanzan retos a los alumnos con preguntas que permiten al participante iniciar un proceso de reflexión que debería desembocar en:
Aumentar su autoconocimiento. Este es a mi modo de ver el punto más importante. Se trata de saber qué cosas son fruto de un análisis pormenorizado y riguroso de la realidad, o es algo que tiene más que ver con las querencias y creencias personales del empresario. En este sentido si el empresario ha decidido compartir poder con un consejo de administración, es cuando se dará cuenta de si el consejo le aporta o “le hace la ola”. Un consejo de administración tiene que ser ante todo un foro de buenas preguntas. Desafortunadamente hemos visto más de uno y más de dos consejos que se limitan a decir amén a lo que quiere el propietario/presidente/ejecutivo. Eso no es un consejo. Es más bien un decorado. Los perfiles “sí señor” no aportan. Mejor no tenerlos. En cambio “llevar la contraria”, siempre con educación, oportunamente y de forma razonada, es una de las grandes contribuciones que un consejo de administración le puede aportar a un propietario fundador.
Ver la necesidad de adaptación a las nuevas situaciones. Este es un aspecto que conecta directamente con el anterior. Las creencias, las querencias y el modelo mental dominante del fundador suelen ser un grave inconveniente a la hora de imaginar riesgos futuros. Nunca sabremos qué hubiese sido de Kodak si no hubiesen tenido la firme creencia de que el revelado químico en fotografía era insustituible. Sin embargo, las cosas fueron como fueron.
Anticiparse a la solución de problemas que el futuro nos pueda plantear. Enlazando con el punto anterior, nunca el cambio fue tan rápido como lo es hoy en la mayoría de las industrias. Empezando por la definición de industria (o sector). En los años ochenta, cuando apareció el famoso libro de Michael Porter traducido a 27 idiomas, la traducción del título al español fue: Estrategia competitiva: técnicas para el análisis de los sectores industriales y de la competencia. Su metodología arranca del conocimiento del sector en el que opera nuestra empresa. La pregunta es: ¿Qué entendemos por sector? Una definición podría ser esta: Conjunto de empresas que pueden servir de modo eficaz y eficiente una determinada necesidad de los clientes.
Termino el post con una pregunta: ¿Cómo pueden influir las nuevas tendencias y tecnologías, en la oferta de soluciones a las necesidades de mis clientes?
Y no estoy hablando sólo de tecnologías de la información.