Es la pregunta, no la respuesta

En nuestro penúltimo post de antes del verano decíamos que en posts sucesivos íbamos a ofrecer una forma ordenada de pensar en el futuro. Para ello es crítico saber preguntar. Saber cuál es la pregunta adecuada es lo fundamental. Si la pregunta es certera, la respuesta ya la buscaremos. Buscar respuestas sin saber la pregunta es absurdo.

Los que os habéis formado en las aulas del IESE o en otra institución que utilice bien el método del caso, recordaréis que el profesor (o instructor) fundamentalmente lo que hace es formular preguntas que inviten a pensar. Es todo un clásico iniciar la discusión del caso con un “¿Cuál es el problema?”.

Nuestro sistema educativo no ayuda en esta tarea de saber formular preguntas. Todos hemos ido a exámenes sabiendo la mayoría de las respuestas, pero pocas veces -por no decir ninguna- nos encontramos con un profesor que, en lugar de preguntar sobre cómo se mide la fuerza de la gravedad, nos haya puesto en un examen o haya preguntado en clase, algo así como: “Escriba tres preguntas sobre la importancia y relevancia de la fuerza de la gravedad”.

El mundo está cambiando a una velocidad mucho más alta que en etapas anteriores. Al ritmo que va el desarrollo de los Large Language Models, pronto saber la respuesta tendrá muy poco valor y lo relevante será saber formular la pregunta adecuada.

Esto ha sido siempre así en los procesos de reflexión estratégica. En este tipo de procesos, siempre se apreció el valor de saber hacer las preguntas. Bien lo saben los consultores especializados en este tipo de reflexiones. Las preguntas bien formuladas pueden abrir nuevos horizontes y ayudarnos a salir de la zona de confort, pueden ayudar a aclarar conceptos, entender mejor los problemas y obtener información relevante que nos lleve a una visión más completa de la situación. Las preguntas deberán fomentar el pensamiento crítico y ayudar a las personas a examinar sus suposiciones y creencias. Entendiendo por creencias el conjunto de valores que un individuo o un grupo humano se plantea como irrenunciable. Configuran un sentimiento de certeza sobre el significado de algo, una afirmación personal que consideramos verdadera.

A través de nuestras creencias damos significado y coherencia a nuestro modelo del mundo, al que estamos profundamente vinculados y ahí está el riesgo. Nuestro modelo del mundo y en particular la visión de nuestro negocio y su modelo no tiene por qué ser necesariamente sostenible.

Algunos empresarios confían mucho en su intuición y dan menos importancia a la reflexión estratégica. Permitidme que acabe este post con una reflexión para ese tipo de empresarios, que tomo prestada del profesor John C. Ickis. Suyas son estas palabras: Aristóteles planteaba tres criterios para la toma de una decisión importante, basado en su concepto de “intuición”: primero, intuición surge sólo después de que se ha profundizado en conocer los hechos relevantes en una situación problemática. Segundo, la intuición no conduce a definiciones de lo correcto e incorrecto basadas en grandes principios; presupone la madurez y el buen juicio. Y finalmente, la intuición es aquella con la cual uno puede articularse y cuyas explicaciones—basadas en hechos y enraizadas en las prácticas éticas-culturales de la sociedad—son comprendidas por otras personas.