En un post publicado hace dos años y que titulé ¿Qué define a un empresario?, hablaba de las comunidades de personas que integran una empresa -tanto internas como externas- y cuáles eran las expectativas que el empresario debe esforzarse por satisfacer a cada una de esas comunidades. Terminaba parafraseando al profesor Antonio Valero (primer director general del IESE) y decía que todo ello hay que conseguirlo en un marco de justicia y eficacia.
En el post anterior, hablábamos del concepto de la creación de valor compartido volviendo al tema esta vez desde un doble principio: La importancia del propósito y el foco. Decíamos que la creación de valor para el accionista no puede ser el propósito. Ha de ser una consecuencia de hacer las cosas bien hechas (con eficacia) sin perder de vista el propósito.
En la empresa, la eficacia es condición sine qua non, pues sin ella no sería posible la creación y mantenimiento de los puestos de trabajo, una retribución justa para los empleados, asimismo para los accionistas, ni el pago de los impuestos que son una de las formas de entregar a la sociedad (vía estado) una parte de la riqueza creada. Sin olvidar, por supuesto, a los grupos de interés externos a la empresa sin los cuales la empresa no podría llevar a cabo su propósito.
La distribución de la riqueza entre los mencionados grupos de interés, no dejar de ser una forma de aplicar justicia en las decisiones que toma el empresario en su quehacer.
El bienestar de las personas debería ser el último fin de cualquier empresa, incluyendo por supuesto y de un modo especial a las empresas con ánimo de lucro.
A veces pienso que el avance en conocimientos “científicos”, sobre la dirección de empresas, lo que algunos denominan la ciencia del management, nos ha hecho perder de vista un aspecto esencial: La visión humanista de la empresa. Por supuesto no todos los autores que han hecho avanzar el management se pueden incluir en ese grupo. Los hay y muchos. Por mencionar sólo a uno de esos autores, citaré la figura de Peter Drucker. Hablando de la misión de la empresa, Drucker afirmaba: Una misión no puede ser impersonal, sino que debe tener un significado profundo, debe ser algo en lo que creas profundamente, algo que para ti sea lo correcto.
Cuando Drucker habla de que la misión debe tener un significado profundo, está apelando -a mi modo de ver- a la justicia pues en el fondo de cada persona subyace el deseo de practicar las cuatro virtudes cardinales, entre las cuales destaca la justicia como anhelo.