Emprendedor y empresario

Los emprendedores exitosos, en la fase inicial de su proyecto suelen tener altas dosis de iniciativa y son hábiles en conseguir la financiación necesaria. En la primera etapa la cuestión del poder no suele ser una prioridad, pero a medida que la empresa se va conformando, creciendo y consolidándose, dotarse de una configuración institucional sólida es una condición sine qua non. Toda empresa que aspire a ser sostenible tiene que saber combinar adecuadamente estos tres pilares: La iniciativa, el dinero y el poder.

Voy a referirme a ello desde la perspectiva de Política de Empresa de la que hablaba el profesor Antonio Valero, primer director general del IESE y que quedó muy bien tratada en el libro que escribió en coautoría con el profesor José Luis Lucas y que titularon Política de empresa: El gobierno de la empresa de negocios.

El enfoque del libro contempla los elementos necesarios para gobernar una organización empresarial, a la vez que también explica cómo estructurar esa función de gobierno, cómo se institucionaliza el conjunto y cómo se convive profesionalmente.

Esa perspectiva destaca la importancia de la iniciativa emprendedora, pero propone considerarla no de forma aislada -como se suele hacer- sino integrada dentro del concepto más amplio de la configuración institucional.

El paso de emprendedor a empresario que aspira a tener una empresa sostenible en el tiempo, en mi opinión reside precisamente en saber vincular la iniciativa con la realidad del poder dentro de la empresa, sin olvidar el dinero. Enfocarlo de este modo ayuda a pensar en la iniciativa de un modo realista y efectivo, ya que en la práctica la iniciativa y el poder suelen ir juntos, y no deja de ser una disección académica considerarlos separados. Algo parecido ocurre con el dinero.  Para emprender iniciativas se necesita poder y dinero.

La situación de poder en la empresa puede llegar a ser muy enrevesada, pero lo realmente importante es que el poder institucional actúe adecuadamente, impulsando al negocio y orientándose a la sostenibilidad de la empresa.

Pensar en el largo plazo es una tarea inexcusable de quien asume la responsabilidad de gobernar la empresa. Gobernar es una tarea esencialmente política, y requiere de una configuración institucional sólida y eficaz.

Una buena configuración institucional ayuda a alcanzar los objetivos de la empresa y a asegurar su continuidad.

Aquí está el quid de la cuestión ¿cómo dotar a la empresa de una adecuada configuración institucional? La respuesta, en mi modesta opinión, está en una adecuada gestión del poder. El resto será una consecuencia.