Decía en el post anterior que hay que hacer que el futuro suceda. Para construir el mañana y seguir avanzando, es vital que la empresa sea capaz de innovar. Sin innovación no hay futuro, y eso es algo que las empresas familiares saben muy bien, en especial las que recopilamos en el libro 100 familias que cambiaron el mundo.
No existen recetas mágicas para innovar, pero sí algunos principios que resulta útil tener en cuenta. Peter Drucker los explica en el libro Drucker esencial (Editorial Edhasa). Veamos cuáles son.
En primer lugar, conviene saber que la innovación sistematizada comienza con el análisis de las oportunidades. Las innovaciones más importantes deben muy poco a la creatividad y mucho a la capacidad de descubrir una necesidad o una oportunidad.
Por eso es importante salir a mirar, preguntar, escuchar. No basta con quedarse a esperar sentado tras una mesa ni con limitarse a pensar: hay que observar, tener curiosidad, estar en contacto con la realidad.
Como explica Agustín Gregori, consejero delegado de Grefusa, en una entrevista de Expansión, “la innovación no se agota. No hay mercados maduros, hay mentes maduras que no son capaces de ver las necesidades del consumidor”. Dejar de comercializar frutos secos y apostar por los snacks salvó de la quiebra a esta empresa familiar.
Para ser efectiva, una innovación debe ser simple y estar bien enfocada. “Todas las innovaciones efectivas son impresionantemente simples”, dice Drucker. Seguro que a todos os ha pasado alguna vez, que al leer sobre algo rompedor que está revolucionando el mercado, os habéis preguntado: ¿por qué no se me habrá ocurrido antes a mí? Eso pasa porque sientes que esa novedad es algo obvio que cualquiera podría haber pensado, pero en realidad no es así: ante una misma realidad, no todas las personas somos capaces de detectar las mismas oportunidades.
Las innovaciones efectivas empiezan siendo pequeñas y tratando de hacer una sola cosa. Cuando hablamos de innovar, no hay que diversificar: hay que centrarse en una cosa para la cual tengamos las capacidades necesarias. Mi colega y amigo Pedro Nueno suele decir que las auténticas oportunidades de diversificación están en nuestra periferia. Faber-Castell inventó el lápiz de marca, un objeto de lujo aparentemente sencillo que aún hoy les permite liderar el mercado. Y es que una innovación exitosa aspira a ser líder en su campo. Si no nace con este objetivo, es muy posible que fracase o que cree una oportunidad para la competencia.
Además, no hay que innovar para el futuro, sino para el presente. Si una innovación no tiene una aplicación inmediata, si llega demasiado pronto, solo será una idea brillante. Por ejemplo, Calidad Pascual trabaja ahora mismo en diversas innovaciones relacionadas con la salud, como el lanzamiento de nuevas bebidas como The Goods, con base de verduras. Lo hace en un momento en el que la sociedad está muy concienciada y preocupada por la alimentación saludable. La capacidad de detectar las necesidades de los consumidores está en el ADN de esta empresa familiar que fue pionera en envasar la leche en tetra brik en 1973 y en lanzar en España la leche desnatada y semidesnatada una década después.
Y, por último, pero no menos importante, hay que tener en cuenta que “la innovación es trabajo. Requiere conocimientos y una gran dosis de ingenio”, según Drucker. La innovación no necesita genios, necesita un trabajo duro, sistemático y bien organizado.