Todo empresario sabe que su empresa empezó con el reconocimiento de una oportunidad. Todas las personas suelen tener ideas, pero pocas son las que saben distinguir las ideas de las oportunidades de negocio. Los empresarios las distinguen de manera casi innata. Ahora bien, una vez identificada la oportunidad hay que saber allegar los recursos necesarios para que esa oportunidad se convierta en un floreciente negocio y con el tiempo se consolide como empresa y ese camino no es trivial. La consecución de los recursos es tarea ardua al principio; hay que conseguir recursos financieros, saber cómo acceder a determinadas tecnologías, tener acceso a determinadas fuentes de aprovisionamiento, y un largo etcétera.
A las personas no me gusta considerarlas un recurso y por eso hablo de ellas como un punto esencial con categoría propia. Todos los empresarios de éxito lo han sido porque han sabido rodearse de un equipo potente de profesionales.
Personas con determinadas capacidades que realizan aportaciones importantes, con independencia de su orígenes, edad y formación reglada. La valía de un profesional se percibe en la forma en que se orienta a la consecución de resultados y los asuntos avanzan cuando él o ella actúa. No basta, sin embargo, la mera orientación a resultados. Cada profesional debe saber cuidar de las personas que colaboran con él en el logro de los objetivos.
Los grandes empresarios se distinguen porque saben rodearse de personas con gran valía. Están seguros de que la única manera de no acabar como un gigante rodeado de liliputienses es atraer el mejor talento posible a su proyecto.
Ellos tienen la visión y han desarrollado el oficio necesario para que su empresa disfrute de competencias esenciales que la hacen distinta. El tercer vértice, la gestión la saben nutrir y enriquecer con los mejores profesionales dentro de sus posibilidades.
Una buena gestión se distingue por establecer una relación viva y dinámica entre las distintas especialidades o funciones sin perder la esencia del negocio inicial. Un aspecto esencial de la gestión es definir objetivos y marcar dirección. Tiene que haber encargos de negocio traducidos con claridad, relaciones suficientemente especificadas, retribuciones entendibles, sentido de pertenencia y ambiente de respeto.
Y ahí juega un papel esencial el empresario. Él garantiza que haya una visión común y el suficiente grado de oficio para que la gestión no se convierta en burocracia a la vez que la convivencia profesional es grata para todos. Ese es el gran reto: ganar tamaño sin perder agilidad y manteniendo el clima innovador.
En un blog dedicado al empresario no se puede obviar tratar directamente el tema de la propiedad y del poder, conceptos a veces olvidados si los comparamos con los que habitualmente se tratan en los programas de dirección de empresas como son el liderazgo, el trabajo en equipo o la gestión y evaluación del desempeño. En los momentos difíciles entender los juegos de poder es esencial. El poder no lo da solo la propiedad. El tema de cómo se llega al poder y cómo se ejerce, y la relación con la propiedad, es difícil de encontrar en las publicaciones de dirección de empresas y en las aulas donde se enseñan esas disciplinas y sin embargo es de los más importantes. Un conocido profesor del IESE, gran teórico de la organización solía decir que para entender de verdad el funcionamiento de las organizaciones había que haber leído, a Maquiavelo, a Shakespeare y a los clásicos. No le faltaba razón.
Al llegar a este punto, estamos a años luz de aquel personaje cuya principal cualidad y mérito eran exclusivamente saber identificar una oportunidad.
(*) En este blog, cuando hablamos de “empresarios” o de “directivos”, entendemos que el cargo puede ser desempeñado por una mujer o un hombre de forma indistinta. También cuando nos refiramos a los clientes, los empleados, los expertos, etc., usaremos la forma masculina como genérica, para agilizar la lectura, entendiendo que engloba tanto el femenino como el masculino.