Hemos insistido muchas veces en este mismo post, que la visión de la empresa es fundamental a la hora de guiar nuestra estrategia.
No hay que confundir la visión con el propósito, ni con la misión o misiones. Me comprometo a escribir otro post para aclarar todos estos conceptos, que a veces se entrelazan y por lo tanto es fácil que se presten a confusión, aunque son distintos.
Centrémonos hoy en la visión. La visión es la imagen del futuro que queremos alcanzar. De ese futuro y de cómo vayamos a alcanzarlo dependerá la sostenibilidad de nuestra empresa.
Se trata de soñar un poco. En otras palabras, de crear el futuro. El futuro no se puede predecir, pero se puede inventar. Así lo han hecho grandes rompedores de conceptos que parecían difíciles de cambiar. Basta pensar en el teléfono móvil, pero hay muchos más.
Pero ¿qué pasa cuando uno no es Steve Jobs, sino un empresario de a pie? Pues que el futuro también se puede inventar y para ello es recomendable hacer un ejercicio de visión de futuro.
Es bueno y prudente someter el resultado de ese ejercicio a la criba del consejo de administración, pues suya es la responsabilidad de proyectar la empresa a largo plazo. Y ahí es donde a veces surgen las dificultades. La principal dificultad está en la actitud de cada consejero. Como casi siempre que se propone un cambio, las reacciones son distintas según las personas.
En el caso de los consejos de administración, a la hora de ponerse de acuerdo sobre la visión de la empresa, en mi experiencia me ha parecido observar varias actitudes. Sin ánimo de ser taxonómico, me atrevo a enunciar algunas en este post.
El escéptico: Es un personaje que se dedica señalar todo lo que puede ir mal y sólo lo que puede ir mal. No lo hace con mala intención. Desde su nivel de aversión al riesgo, cree que está ayudando a la empresa a no perder el tiempo con sueños inútiles.
El que hace suya esa visión y ayuda dedicando el tiempo necesario y pone a disposición sus capacidades y su red profesional, para alcanzar el camino que pueda llevar a la empresa hacia esa visión.
El condescendiente: No se opone a la visión expuesta, pero no se implicará activamente en los esfuerzos necesarios para conseguirlo. Podríamos llamarlo un “allá tú”. Esta actitud no debería existir en ningún consejo de administración. El consejo de administración debe tener como uno de sus principios de funcionamiento la colegialidad.
Seguramente hay muchos más arquetipos, pero me ha parecido importante citar estos tres, pues de su contribución dependerá el que podamos avanzar hacia el futuro de nuestra empresa o nos quedemos siempre donde estamos, con el consiguiente riesgo de ir perdiendo posición competitiva.