¿Es conservadora la empresa familiar?

100 famEl pasado jueves, día 30 de Octubre, fue presentado en el IESE el libro “100 familias que cambiaron el mundo: las empresas familiares y la industrialización» (Autores: Josep Tàpies, Elena San Román, Águeda Gil López Edición: Fundación Jesús Serra, 2014)

El libro ofrece una mirada diferente a la industrialización europea y norteamericana pues lo hace desde la perspectiva de la empresa familiar. ¿Qué aportó la empresa familiar en aquellos tiempos de aceleración del crecimiento? ¿Cuáles fueron las estrategias que les permitieron adaptarse con éxito al cambio? La lectura detenida de las aventuras empresariales que hemos recogido en el libro permite ofrecer una primera reflexión sobre unas cuestiones tan complejas como apasionantes. Son historias de empresas con una característica común: Todas esas empresas tiene más de 100 años de antigüedad y siguen siendo empresas familiares.

Si hay algo característico en la empresa familiar es su carácter conservador  comprendido en un sentido estrictamente semántico, es decir, como el deseo de preservar el negocio para la siguiente generación. Ese deseo impone de forma necesaria una visión a largo plazo. De este modo, la creación de riqueza en la empresa familiar se concibe como un legado que permite transformar la sociedad de generación en generación. Curiosamente, algunos académicos han añadido al término “conservador” un matiz peyorativo que implica aversión al riesgo y poca tendencia hacia actitudes innovadoras. En efecto, si este concepto se emplea con semejante connotación, la conservación desde el punto de vista empresarial sería una actitud suicida. Sin embargo la causalidad entre empresa familiar e institución conservadora en su acepción negativa no parece siempre aplicable. Puede serlo en caso de fracaso pero, en caso de éxito, la conservación del negocio implica una longevidad que no puede lograrse sin innovación. Dicho de otro modo: una empresa que supera el siglo de existencia necesariamente ha tenido que hacer algo más que mantenerse y adaptarse. Cien años de vida o mas son difícilmente explicables sin innovación y sin el riesgo que supone afrontarla. Visto así, el afán de conservación se convierte para la empresa familiar, por el contrario, en un potente motor que subyace a la innovación .

Llega el momento para la autoreflexión:

¿Tiene nuestra empresa familiar las suficientes dosis de innovación y capacidad de reinvención para poder ser firme candidata a vivir más de 100 años?

En caso negativo, ¿de verdad queremos ser una empresa familiar?

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