Darwin y las empresas en primera generación.

Siempre he pensado que las empresas son como organismos vivos que forman parte de un ecosistema. Pensando en ellas de este modo, es obvio que deben evolucionar para mantener su capacidad de competir y, en definitiva, para sobrevivir.

Hay que admitir que habrá que mutar en la forma de competir porque los negocios y sus entornos cambian a gran velocidad. También habrá que dotarse de sistemas de gobierno que no pueden ser los mismos en la etapa fundacional, que cuando la empresa se halla ya en fase de consolidación.

A medida que pasan los años, no siempre los emprendedores que les dieron vida y su estilo de dirección y gobernanza son los más adecuados para impulsar esa necesaria evolución en el negocio. Bien por sus cualidades personales (capacidad de asumir riesgo, delegación y un largo etcétera), bien porque la estructura de gobierno (que fue adecuada en su momento) se ha convertido en una fuente de conflictos ante la perspectiva de un relevo generacional.

¿Qué hacer?

Desde mi experiencia profesional tengo claro que, aunque cada caso es único y no hay soluciones generalizables, la empresa que sobrevive es la que se sabe adaptar a los retos que plantea cada circunstancia, independientemente de quien tenga el poder. Es imprescindible institucionalizar la empresa. Hay que crear estructuras y procesos que aseguren que la toma de las grandes decisiones no depende exclusivamente de la persona que ocupe cierto puesto de responsabilidad en un momento determinado.

En las empresas familiares, la incorporación de directivos externos a la familia y la creación de un buen consejo de administración, no garantizan nada, pero son una condición sine qua non si queremos poner las bases de una buena institucionalización.

Sé que “no garantizan nada” suena fuerte, pero así lo pienso. Hay que tener las estructuras, pero en cualquier órgano de gobierno, el desempeño de este no depende tanto de quienes lo integran, como de qué ambiente se respira en sus reuniones y su funcionamiento en el día a día y eso no lo garantizan ni el curriculum ni el apellido.

Así pues, habrá que asegurarse de que además de disponer de las estructuras de gobierno adecuadas, disponemos de alicientes/incentivos que inviten a colaborar entre las personas que estén en cada órgano de gobierno.