¿Mucho ruido y pocas nueces?

Que en la empresa familiar es habitual que surjan tensiones entre la familia propietaria y los accionistas minoritarios es todo un tópico. Pero ¿cuánto de verdad hay en esta afirmación? ¿Realmente se producen estas tensiones? ¿Se trata de un mito o de una realidad?

Una reciente investigación de mi colega del IESE Pascual Berrone concluye que, en gran medida, el descontento que se atribuye a los accionistas minoritarios de las empresas familiares es un mito. Los autores afirman que, en general, los minoritarios «no se sienten expropiados por la familia propietaria».

No obstante, eso no significa que no haya situaciones en las que se producen ciertas tensiones. El caso que con más frecuencia genera conflictos: cuando los resultados de la empresa son malos. Afortunadamente, tal y como señala esta investigación, esto no sucede con demasiada frecuencia, porque «las empresas familiares suelen obtener mejores resultados que las demás», explican los autores.

Que la familia propietaria priorice el largo plazo no significa que excluya la rentabilidad a corto plazo. Es cierto que las empresas familiares tienden a tomar decisiones anteponiendo la riqueza socioemocional a la riqueza material. Así, por ejemplo, para las firmas de propiedad familiar son muy importantes activos no económicos como la influencia social, la reputación y los vínculos familiares. Pero valorar lo inmaterial no está reñido con valorar lo material: al fin y al cabo, toda empresa persigue ser rentable, pues de otra manera no podrá asegurar su viabilidad.

En definitiva, el estudio revela que el miedo a que las Juntas de Accionistas de las empresas familiares se conviertan en un avispero es infundado. Lo que es bueno para la familia propietaria suele serlo también para los demás accionistas, así que los minoritarios no deberían tener tanto de qué quejarse.

Sin duda, estas son buenas noticias para la empresa familiar, en especial ahora que se ha dado luz verde al artículo 348 bis de la Ley de Sociedades de Capital, que fuerza a las empresas no cotizadas a repartir dividendo siempre que haya beneficios. Como ya comenté en un post anterior, creo que la entrada en vigor de este artículo es toda una bomba de relojería para la empresa familiar, pues permite a los accionistas minoritarios exigir sus dividendos o ejercer el derecho de separación si no hay reparto. Pero ¿qué ocurre si la empresa decide reinvertir los beneficios en el propio negocio?, ¿o si la situación de la tesorería no aconseja repartir dividendos? No hay que confundir beneficios con liquidez.

A la luz de los resultados de la investigación comentada, parece que las empresas familiares pueden respirar tranquilas en lo que respecta a los conflictos con los accionistas minoritarios. Parece que las tensiones con la propiedad son la excepción y no la norma. ¿Podríamos entonces afirmar que «mucho ruido y pocas nueces» en lo que respecta a las supuestamente tensas relaciones entre propiedad y minoritarios, como sugiere el título de este post? ¿Cual es vuestra experiencia directa?

3 thoughts on “¿Mucho ruido y pocas nueces?

  1. En mi caso he experimentado desde dentro lo que es una empresa familiar y estoy en total acuerdo con Josep. Cuando un negocio va mal son todo problemas pero si va bien la economía es otro cantar…

  2. Muy buena reflexion. Es verdad, los negocios familiares tienen esa caracteristica muy especial: por alguna razon los trabajadores estan mas unidos y el ambiente laboral es mejor.

    Saludos

  3. Un placer leerte, como siempre, Josep.

    Estadísticamente es así y, los pocos casos en que sucede algo, trasciende mucho. Pero no solo por el hecho de ser noticiable (o de querer causar ruido), si no porque tiene un alto riesgo de consecuencias graves para la empresa.

    Por esta razón, la mejor protección es la confianza mutua y una visión compartida. La transparencia y la comunicación, en términos empresariales e incluso personales, ayuda mucho a conseguir este propósito en la empresa familiar.

    Un cordial saludo,

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