En una reciente reunión de un think tank, que la cátedra mantiene con directivos no familiares de empresas familiares de tamaño medio, uno de ellos hizo una aportación que me pareció de interés para compartir y desarrollar en un post como este.
Aquel director general de una empresa fabricante de bienes de equipo sostenía que cualquier empresa debe asentarse sobre tres pilares: Propiedad, profesionalidad y proyecto.
Comparto plenamente la idea y creo que la empresa familiar ofrece a los directivos una cercanía con la propiedad que puede resultar un elemento altamente motivador para aquellos directivos. Su posición en la estructura organizativa, como bien había observado otro consejero delegado presente, les convierte en una pieza clave del engranaje entre la familia y la empresa.
También es verdad que si la propiedad entra en el micromanagement el directivo profesional se puede sentir maniatado en su quehacer, aunque ésta situación se puede manejar teniendo los roles claros y actuando en función de ello, con confianza y seguridad.
La profesionalidad es algo imprescindible para mantener una posición competitiva sostenible. Como argumenta Mintzberg la empresa es la conjunción en equilibrio de visión, ciencia y oficio. No solo de visionarios vive la empresa en el largo plazo.
Ahora bien esa profesionalidad no debe esperarse solo de los directivos no familiares sino que a los miembros de la familia propietaria, y con más razón si cabe, deben exigírseles unos niveles de profesionalidad que estén a la altura de las circunstancias. Lo contrario podría ser nepotismo.
Finalmente el tercer pilar: El proyecto. El más importante desde mi punto de vista. Los buenos directivos necesitan retos. Sin retos disminuyen la motivación y el interés por la empresa. Lo que implica tener un proyecto inspirador que motive a seguir avanzando, lo ilustraba muy bien el directivo que inspiró este post, quien explicaba que a pesar de las dificultades del día a día cada mañana pensaba en la suerte que tenía de poder liderar un proyecto como está liderando.
La propiedad tiene la obligación de lanzar retos al equipo de management para mantener la ilusión. De lo contrario los mejores se irán y es bien sabido el futuro que le espera a una empresa con talento mediocre en los tiempos que corren.