En el post anterior, hacía la mención de algunos protocolos que en el fondo son meras copias de protocolos de otras empresas familiares. Documentos muy centrados en lo normativo y sin suficiente atención a los valores familiares y empresariales. En este post quisiera profundizar un poco más en las diferencias que veo entre los términos protocolo y constitución.
Hace más de veinte años, se empezó a extender la idea de que las relaciones familia-empresa en una empresa familiar debían ser reguladas a través de un conjunto de normas y patrones de funcionamiento que se dio por llamar el protocolo familiar. En marzo de 2011 la Cátedra de Empresa Familiar del IESE lanzó una investigación cuyos resultados más destacables se muestran en el documento LOS PROTOCOLOS FAMILIARES EN PAISES DE HABLA HISPANA: COMO SON Y PARA QUE SE UTILIZAN (obtener pdf). Por otra parte la experiencia nos ha permitido leer y colaborar en un elevado número de este tipo de regulaciones. Y aún hoy llama la atención que se eligiera ese nombre: protocolo. Sobre todo, por las connotaciones de rigidez que sugiere el término, en cualquiera de sus acepciones.
Las definiciones etimológicas son numerosas, pero si nos remitimos a la práctica nos encontramos con que los primeros protocolos familiares se redactaron como un plan escrito y detallado sobre lo que se puede o no se puede hacer en la empresa familiar, como un conjunto de formalidades y reglas establecidas con el objetivo, en último término, de evitar las injerencias de la familia en la empresa y –aunque mucho menos— también a la inversa.
Lo que sucede es que todavía hoy, casi tres décadas después, se tiende a concebir el protocolo familiar como una especie de alambrada de espinos que evita que dos vidas que avanzan en paralelo en el tiempo, la de la familia y la de la empresa familiar, no se crucen o se toquen lo más mínimo.
Es un planteamiento que resulta, además de rígido, poco realista. Incluso se podría calificar de un tanto ingenuo: en la empresa familiar y en la familia empresaria, la familia y la empresa familiar no pueden concebirse como compartimentos estancos. Inevitablemente van a confluir, y probablemente lo harán en más de una ocasión. El vínculo es demasiado estrecho como para pretender que sus caminos puedan discurrir de forma autónoma y sin interferencias. Las decisiones en la empresa afectan a la familia. Y algunas decisiones familiares pueden afectar al negocio. Más vale aceptarlo que tratar de ignorarlo o combatirlo.
Dicho esto, y si de lo que se trata es de asegurar la buena convivencia en las empresas familiares, habría que empezar a pensar, más que en levantar muros o alambradas, en diseñar un sistema facilitador de la convivencia. Dedicar más tiempo y esfuerzo a reflexionar y consensuar un marco de convivencia que permita el desarrollo, tanto de la familia empresaria como de su negocio, que a regular e imponer corsés que en la mayoría de los casos impiden el correcto funcionamiento de la empresa y el adecuado desarrollo profesional de los miembros de la familia.
El protocolo familiar, por tanto, debe ser el resultado de un proceso de debate y de un consenso familiar que va mucho más allá de la regulación de las relaciones familia-empresa. En realidad, el protocolo familiar es solo una parte de un acuerdo mucho más amplio, que establece un marco de convivencia común para la familia, la empresa de la que son propietarios o a la que se sienten vinculados y quienes forman parte de ambas instituciones.
La Constitución Familiar sería este acuerdo más amplio. Es un acuerdo marco que suscribe la familia empresaria, basándose en su propio “credo”, con el fin de establecer el marco de convivencia idóneo para el desarrollo de sus capacidades e inquietudes, tanto en el ámbito familiar como en el empresarial.
Desarrollar ese marco implica, necesariamente, pensar y consensuar ese sueño compartido o ideal común. Antes de empezar a regular, hay que detenerse en la reflexión de qué vamos a regular, con qué fin, de qué manera, con qué criterio y con qué alcance.
De lo contrario estaremos fabricando un corsé, y el corsé impide respirar con naturalidad.
Estimados: totalmente de acuerdo! este proceso se debe llevar adelante con la comprensión cabal de las particularidades y sueños de la familia empresaria y con mucha profesionalidad y responsabilidad. Aún tenemos colegas que desvirtúan este proceso poniendole su impronta de origen y olvidando o desconociendo que el acompañamiento a la familia en los tres ámbitos es esencial, rescatando su idiosincracia, sus tradiciones, su cultura y la real necesidad de trascendencia.
Atte
Cristina