En el periodo de una semana España ha perdido dos de sus más representativos empresarios familiares: Emilio Botín e Isidoro Álvarez. Los grandes ejemplos que ofrecen me han parecido motivo justificado para interrumpir temporalmente la serie de post anunciados sobre los predecesores de las empresas familiares.
Ambos empresarios, que murieron a la misma edad, han llevado las riendas de dos grandes empresas, cumpliendo con matrícula de honor el mandato que les habían otorgado las generaciones anteriores. Ambos han conseguido uno de los principales objetivos de toda empresa familiar: entregarla a las siguientes generaciones como un legado patrimonial y de valores y formas de hacer. Impulsaron de forma destacada el crecimiento de sus empresas, hasta lograr muy relevantes posiciones en sus respectivos sectores de actividad.
Ambas personas tenían un estilo de liderazgo propio pero bien definido y unas características personales y formas de gestionar el negocio muy diferentes. Pero hay dos elementos que tenían en común.
En primer lugar, ambos fueron preparados dentro del propio ámbito familiar para llevar el negocio y en el segundo lugar, ambos encontraron y prepararon el/la sucesor/a cuyo nombramiento tras su fallecimiento fue aceptado y aprobado por los máximos órganos de gobierno de sus empresas. Estamos hablando de grandes empresas con unos elevados niveles de profesionalización y con un alto grado de institucionalización, donde las decisiones no dependen únicamente de la voluntad de la familia sino que están sujetas a procesos de toma de decisión perfectamente estudiados y estructurados.
Ana Botín y Dimas Gimeno, una hija y otro sobrino del máximo responsable anterior fueron nombrados para ocupar sus puestos en sus respectivas empresas. Igual que sus predecesores, ambos tienen perfiles muy distintos, como lo son los retos que les plantean sus empresas y las expectativas de sus accionistas. Sin embargo, repiten la primera característica que antes había mencionado: fueron preparados dentro y fuera del propio ámbito familiar para gobernar los destinos de sus respectivas empresas. Todo ello sin descuidar el gobierno corporativo. En ambos casos los respectivos consejos de administración les resultarán un gran apoyo.
Emilio Botín e Isidoro Álvarez fueron dos grandes ejemplos de sentido de responsabilidad y compromiso con el legado . Cabrá recordarlos para siempre en la memoria como personas que entendieron de la dificultad que supone llevar las riendas de grandes empresas sin perder de vista la cultura y los valores que constituyen su identidad.