Las empresas familiares tienen como base sustentadora los principios de la familia propietaria que, con el paso del tiempo, devienen en valores. Dicho de otro modo: los valores son una cristalización en el tiempo de los principios. Los valores configuran la identidad de las empresas familiares y ayudan en la toma de decisiones tanto en el día a día como en el largo plazo.
En estas semanas de emergencia sanitaria hemos visto claros ejemplos de empresas familiares que tenían liquidez para poder hacerlo y han mantenido salarios de sus empleados con las tiendas cerradas u otras que han cambiado la producción de sus fábricas para fabricar gel desinfectante. Estos y otros muchos son ejemplos claros de cómo los valores guían la toma de decisiones. No tengo ninguna duda de que cada uno dentro del alcance de sus posibilidades se está volcando a ayudar en esta emergencia social.
La familia y los valores son dos de los aspectos que analizamos en la dimensión familiar del chequeo de la salud de la empresa familiar que estamos desgranando en el blog desde principios del actual curso académico. En el primer post de la serie ya expliqué en qué consiste esta herramienta que permite valorar el estado de salud de la empresa familiar. Aprovecho para comentaros que, si queréis más información sobre esta metodología, podéis escribir a la Cátedra de Empresa Familiar del IESE y estaremos encantados de ayudaros.
La transmisión de valores de generación en generación es esencial para mantener el legado de la familia empresaria. El ejemplo de los progenitores es clave, como explicaba hace unos días con motivo del Día del Padre. También conviene organizar actividades que permitan a los miembros de la familia no solo conocer estos valores empresariales únicos en cada empresa y familia, sino vivirlos en primera persona.
“Mi padre generó algo único: un concepto de empresa familiar, un vínculo, un proyecto vital de todos”, explica Vicente Dalmau Cebrián-Sagarriga, presidente de la bodega riojana Marqués de Murrieta, en El Confidencial. Y continúa relatando: “con apenas 16 años, comencé a involucrarme en la bodega y a empaparme de la filosofía de Marqués de Murrieta, especialmente cuando, con 18 años, asumí el cargo de director de Exportaciones”. Añade que la ayuda de su hermana Cristina fue “imprescindible” y asegura que ella es “la otra gran pata de todo este proyecto”.
Con una historia de 170 años, esta empresa familiar fue fundada por Luciano de Murrieta, nombrado marqués por el rey Amadeo de Saboya. Cuando el marqués falleció sin descendencia, en 1911, la bodega pasó a manos de la familia Olivares, que la regentó hasta los años 1980, cuando el padre de Vicente Dalmau compró el negocio y le dio una nueva vida, implicando desde el primer día a toda su familia. Su muerte inesperada obligó a los hijos mayores a tomar las riendas del grupo empresarial cuando aún eran muy jóvenes. Hoy Vicente Dalmau es el presidente y sigue innovando para convertir la bodega más antigua de La Rioja en un gran proyecto vitivinícola, «desde el respeto a la esencia, al legado y a la tradición”.
Los dos hermanos recuerdan con cariño y gratitud a sus padres, como explican en la página web de las bodegas: “Ellos iniciaron un gran proyecto empresarial y familiar, que hoy intentamos continuar con su misma fuerza e ilusión, nos transmitieron el valor de una familia unida, nos enseñaron el sentido del sacrificio y el porqué del esfuerzo”. A juzgar por sus palabras y por la actividad de la empresa, su legado sigue muy vivo.