La mayor aspiración de cualquier empresa familiar es asegurar el legado para la siguiente generación. Se trata de que el patrimonio creado (o heredado) se acreciente sobre bases financieras sólidas de modo que puedan disfrutarlo las generaciones venideras, pero no solo eso.
Hay algo más importante: saber transmitir a la siguiente generación los valores que como familia empresaria queremos vivir.
Una familia empresaria que quiera transitar a lo largo de varias generaciones debe reforzar su capital. En los últimos tiempos está creciendo a gran velocidad el número de family offices.
A mi modo de ver, si éstas no son capaces de trabajar a fondo las dimensiones no financieras del capital de la familia, la pervivencia a lo largo de generaciones no estará en modo alguno asegurada.
La terminología anglosajona habla de wealth management y de hecho, muchos asesores ofrecen servicios de asesoramiento en esa disciplina, pero poniendo el foco en lo financiero.
A mí me parece que, si acudimos a la traducción de wealth por riqueza, el asunto es mucho más amplio y complejo. La Real Academia Española recoge en su diccionario estas dos acepciones para la palabra riqueza: “abundancia de bienes y cosas preciosas” y “abundancia de cualidades o atributos excelentes”. Y ahí reside la cuestión.
En su libro Family Wealth: Keeping It in the Family, James E. Hughes Jr. cita algunos de los errores clásicos en la preservación de la riqueza:
- Centrarse en el capital financiero y excluir tanto el capital humano como el intelectual.
- Entender la preservación del patrimonio como algo estático.
- No comprender que la unidad de medida de tiempo es la generación, no el año ni la década.
- No comprender –y por tanto no gestionar– las amenazas tanto internas como externas.
- Pensar en términos cuantitativos y no cualitativos.
- No conocer o no explicar la historia de la familia.
- Pensar que se trata de un trabajo fácil de realizar.
Siendo este el primer post del curso académico no quiero alargarme excesivamente, pero os invito a reflexionar sobre esos siete puntos de James E. Hughes, pensando en las repuestas que podemos dar a las siguientes preguntas:
- ¿Tenemos bien definido nuestro propósito como familia empresaria?
- ¿Lo hemos plasmado en un documento escrito de modo que sirva de guía para la elaboración de un plan estratégico familiar?
- ¿Disponemos de las estructuras de gobierno y ejecución adecuadas para llevar a cabo ese plan?
- ¿Nuestras relaciones interpersonales nos permitirán ejecutarlo?
Son muchas más las preguntas, pero, basta por hoy. Como he dicho antes, es el primer post del curso y no conviene atosigar.
¡Feliz curso académico a todos!
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