Sin una planificación y una administración cuidadosa, una fortuna construida con años de esfuerzo puede disiparse fácilmente en una o dos generaciones. De las trescientas empresas familiares que había en el ranking de la revista FORBES en los años ochenta hoy quedan menos de cien en la misma lista.
Por eso, aunque la gestión de la riqueza de la familia empresaria tiene mucho de cualitativa, como hemos visto en los últimos posts, también debe prestarse atención a cuestiones más cuantitativas y crematísticas, como son los activos financieros.
Para llevar a cabo una gestión estratégica del patrimonio financiero, es importante asumir cuanto antes el control de la gestión de los activos. A la hora de tomar decisiones de inversión, la familia debe tener claros sus objetivos de creación de riqueza. Hay que diversificar pero sin perder el enfoque. Y para asegurar el patrimonio a lo largo de las generaciones, es importante también que los futuros líderes de la familia desarrollen sus capacidades de gestión patrimonial.
Es recomendable que los miembros de la familia que vayan a participar en la gestión de activos tengan claro qué es una cartera de inversión, cómo se forma y cómo se gestiona. Conocer y entender los instrumentos financieros que hay en el mercado y los costes que tienen permitirá tomar mejores decisiones de inversión y formar carteras que cumplan con las preferencias y los objetivos de la familia propietaria.
“Tener el dinero depositado en el banco no necesariamente es una buena inversión, pero hacer inversiones excesivamente arriesgadas, tampoco”, como explica mi colega y miembro del claustro del IESE, el profesor Javier Estrada, en este vídeo de un programa enfocado que ofrece una visión integral de cómo gestionar una cartera de inversión.