¡Feliz año! Con el recién estrenado 2018, seguro que muchos de vosotros os estáis planteando los buenos propósitos que os gustaría hacer realidad durante los próximos 12 meses. En vuestra empresa familiar, la lista de retos para el nuevo año debe ser larga con toda seguridad. ¡Hay tantas cosas que necesitan un cambio!
Sin embargo, es difícil encontrar el momento para iniciar ese cambio necesario. ¿Por qué nos cuenta tanto impulsar el cambio?
La razón está en la propia naturaleza de las personas y su actitud frente al cambio. En 1531, cuatro siglos antes de que naciera este concepto que hoy conocemos como management, Nicolás Maquiavelo escribía en su obra El Príncipe: “Y hay que considerar que no existe nada de trato más difícil, de éxito más dudoso y de manejo más arriesgado que la introducción desde el poder de nuevos ordenamientos, porque el que introduce innovaciones tiene como enemigos a todos los que se beneficiaban del ordenamiento antiguo y como tímidos defensores a los que se beneficiarían del nuevo”.
Así las cosas, ¿cómo es posible abordar un cambio en una organización y especialmente en nuestra empresa familiar? No es sencillo, pero el estudio de muchos procesos de cambio exitosos ha dado lugar a una serie de reglas prácticas que John Kotter describe de forma magistral en su obra Qué hacen los líderes.
He aquí algunas de esas reglas prácticas:
Generar sensación de urgencia. Hay que conseguir que los distintos grupos de interés perciban la necesidad del cambio. Para ello puede ayudar aportar información comparativa de otras empresas en situación similar y su desempeño. La información ha de ser objetiva, sin sesgos de ningún tipo y muchos menos emocionales.
No llegar al pánico. Una cosa es generar inquietud para motivar la sensación de que hay necesidad de cambio y otra es dejar a los stakeholders en estado de shock. Ni lo uno ni lo otro. El ser humano, ante una situación de peligro, puede reaccionar quedándose en uno de estos tres estadios: Fight, Fly o Freeze. La persona que sabe liderar un cambio importante es la que consigue que las demás personas opten por luchar (Fight). Salir volando (Fly) o quedarse congelado (Freeze) sólo servirían para complicar todavía más la ya de por si complicada situación que requiere ser cambiada.
Tener claro el objetivo y comunicarlo. Hay que tener una idea y un plan de ejecución claros del cambio a realizar y comunicarlo bien a todos los que se van a ver afectados por el mismo. La comunicación tiene que ayudar a vencer los naturales miedos al cambio que hay en la mayoría de personas.
Identificar a los aliados. A continuación, hay que buscar un equipo de gente convencida que impulse el plan y que se anote éxitos a corto plazo. Esto servirá para anclar en la empresa la idea de que el cambio propuesto es bueno. Elegir a ese equipo es crítico. Han de ser gente optimista y audaz.
Neutralizar a los pesimistas. Si hay algún pesimista en el entorno, hay que tenerlo localizado y procurar neutralizarlo. No hay nada más perverso para un proceso de cambio que un grupo de pesimistas.
Por supuesto, esas mismas reglas puestas en práctica por una persona o por otra tendrán resultados distintos. Y es que, al final, el tema va de liderazgo. Y la capacidad de liderazgo del responsable de la empresa es la que es.