Empieza a haber un consenso generalizado acerca de lo importante que es planificar adecuadamente la sucesión. Las empresas familiares españolas lo saben, pero la mitad reconoce que aún no ha concretado un plan de sucesión, según el estudio “La sucesión del primer ejecutivo en la empresa familiar” que preparamos desde la Cátedra de Empresa Familiar del IESE en colaboración con KPMG y Russell Reynolds Associates.
¿Qué razones pueden llevar a no preparar un proceso que las empresas familiares saben que es crítico para su futuro? Motivos puede haber muchos, pero en este post me centraré en 3 aspectos psicológicos que suelen suponer un freno para la persona que ha de ceder el testigo, en especial cuando ésta es la fundadora del negocio. Los explicaba hace un par de semanas en una entrevista de Campden FB.
Razón 1: ¿Podrá sobrevivir la empresa sin mí?
Una de las primeras dudas que asalta a la generación al mando es si la siguiente generación estará preparada para asumir la responsabilidad. La falta de confianza en los más jóvenes dificulta la sucesión porque no les da la oportunidad de aprender y demostrar su valía.
En lugar de poner en duda sus capacidades, lo que debería hacerse es invertir tiempo y energía en incorporar a los miembros de la próxima generación en la empresa, proporcionando mecanismos de acceso adecuados y apoyándoles durante el proceso de incorporación.
Otro error común es que el fundador o fundadora se crea indispensable para el negocio. No es fácil, pero ha de entender que no es imprescindible hacer las cosas a su manera y que es necesario dejar a la siguiente generación espacio para que se desarrolle profesionalmente y demuestre sus habilidades de liderazgo.
Razón 2: Dudas económicas
¿Está mi futuro económico y el de mi cónyuge asegurado? ¿Nuestros activos patrimoniales nos permitirán vivir sin sobresaltos? ¿He sido capaz de hacer crecer el legado para las siguientes generaciones de la familia? Son preguntas típicas que se plantea la persona que debe traspasar el cargo.
Las cuestiones financieras pueden pesar en la mente de los antecesores, desde la preocupación por quedarse sin recursos para vivir dignamente, hasta el temor a no haber generado suficientes activos para las generaciones futuras.
Razón 3: Y ahora, ¿qué hago con mi tiempo?
Muchas veces, quien ha levantado el negocio no imagina su vida sin estar en contacto diario con la empresa que ha visto crecer y a la que ha dedicado tantas horas de su vida. La única solución para evitar este vacío es encontrar otras ocupaciones más allá del trabajo. No hay por qué esperar a jubilarse para buscarlas, de hecho, es mejor empezar a compaginarlas con el trabajo un tiempo antes de retirarse, para que así el cambio no resulte tan brusco.
Por otra parte, dejar de dirigir la empresa no significa perder todo contacto con ella. Hay muchos otros ámbitos donde la experiencia del antecesor puede ser muy valiosa, como el consejo de administración o foros de familia.
Los aspectos emocionales tienen un papel clave en el traspaso generacional, en especial en las empresas familiares. Para evitar sobresaltos, han de cumplirse dos condiciones: paz y tiempo. Por eso es importante empezar a planificar la sucesión lo antes posible. Muchas veces, quien ha de ceder el testigo teme que poner en marcha el proceso afecte a la familia, pero posponerlo solo servirá para generar más tensiones. Así que, cuanto antes se empiece a preparar el relevo generacional, mejor.