¿Un euro generado por La Fageda es equivalente a uno generado por la mafia? ¿Es lo mismo un euro que se gana fruto de la publicidad engañosa que otro conseguido sin mentiras? Estas dos preguntas las lanza mi colega, el profesor del IESE Rafael Andreu, en el libro Huellas. Construyendo valor desde la empresa (Edicions Dau).
El propio autor responde que, si lo medimos basándonos en el valor económico del dinero, todos esos euros son equivalentes. Pero si vamos más allá y analizamos también las huellas generadas en la producción de ese dinero, veremos que no.
¿Por qué entonces muchas veces seguimos reduciéndolo todo al dinero? Por dos razones: por conveniencia y por comodidad.
En el lenguaje cotidiano usamos el concepto de valor de forma errónea, confundiendo valor, coste y precio. Cuando hablamos del valor que generan las empresas, normalmente nos referimos al “valor creado” por esa compañía, e implícitamente nos estamos refiriendo al valor económico, medido en dinero. Y de esta forma perdemos matices, porque “el valor que crean las empresas es, inevitablemente, no solo económico”, asegura Andreu.
Y es que “lo estrictamente económico no lo es todo para nadie”, ni para las personas ni para las empresas. Por eso, “concebir las empresas y su aportación desde una perspectiva solo económica es no solo incompleto sino antinatural”. Hacerlo genera la concepción errónea de que el éxito empresarial y social se asocia solo a la acumulación de dinero. Ante esta realidad, el autor propone una noción integrada de empresa que contempla a la vez su contribución económica y humana.
Andreu nos recuerda que una empresa es una comunidad de personas que persigue un fin común y, para lograrlo, interactúan entre ellas a distintos niveles. En estas interacciones, todas ellas aprenden algo, y el producto de este aprendizaje son huellas positivas o negativas. Por eso es imposible que una empresa cree solo valor económico: en el desarrollo de su actividad, deja huellas positivas o negativas en las personas aunque no quiera. Así que el valor completo que generan las empresas debería medirse integrando el valor económico y las huellas. Esa es la auténtica riqueza que generan, que va mucho más allá del dinero.
Dejar huellas positivas en las personas y en la sociedad no es incompatible con los beneficios económicos. Al fin y al cabo, toda empresa pretende ganar dinero, como ya he dicho en otras ocasiones. Un buen ejemplo de que las huellas positivas no están reñidas con el negocio es el caso de La Fageda. Esta empresa da empleo a más de 300 personas en sus instalaciones ubicadas en Olot, en Girona, y más de la mitad son personas con discapacidad psíquica o trastornos mentales. Fabrican yogures y otros productos lácteos que venden a un precio un 40% superior al del líder de la categoría. Pero ninguna de estas dos características les ha impedido convertirse en la tercera marca de yogures en el mercado catalán, por detrás de las dos grandes multinacionales de la categoría
¿Cómo lo consiguen? Haciendo un buen producto. Controlan la materia prima: la leche de vaca que utilizan proviene de sus propias granjas, y tienen un exhaustivo control de calidad. El resultado es un yogur de gran calidad y sin aditivos.
Promueven un trabajo con sentido: el que está bien hecho, con responsabilidad, de forma consciente y es útil para los demás. “Para nosotros, nuestra actividad empresarial es un medio, no un fin en sí mismo”, en palabras del fundador de La Fageda, Cristóbal Colón, que se recogen en el libro. Es el medio para lograr la integración social completa de las personas con disminución de la Garrotxa. Ese es su propósito desde que La Fageda fue creada en 1984.
Una empresa debe plantearse su misión externa e interna para propiciar la generación de huellas positivas en las personas procurando al mismo tiempo evitar las negativas, explica el profesor Andreu. Profundizaremos en la influencia de las huellas en la misión de la empresa en el próximo post.
Desde este enfoque de la actividad empresarial no resulta difícil responder a las preguntas con las que iniciaba este post, ¿verdad? Queda claro que el valor de todos los euros no es igual, sino que depende de las huellas que se generen en su producción. No todo vale. Obtener beneficios no es incompatible con trabajar por un mundo mejor. Eso es algo que muchas empresas familiares saben muy bien.