La pregunta que da título a este post es una cuestión que toda familia empresaria debería plantearse cuando está preparando el protocolo familiar. Ya hemos comentado en otras ocasiones que el protocolo es mucho más que un conjunto de normas. Como explica Salvo Tomaselli en esta entrevista: “cuando se crea un protocolo familiar, es más importante el proceso que el contenido”.
El protocolo debería ser el resultado de un consenso familiar, fruto del debate entre los miembros de la familia empresaria. Entre los temas que se deberían debatir y consensuar, destacan estos cuatro:
- ¿Por qué queremos ser una familia empresaria?
- ¿Qué tipo de empresa familiar queremos ser?
- ¿Cuándo deberíamos dejar de ser una empresa familiar?
- ¿Qué podemos esperar de la empresa de la que somos propietarios?
Centrémonos en la última pregunta. Por supuesto, no todos los propietarios esperarán conseguir lo mismo del proyecto empresarial común, pero podríamos decir que hay algunas expectativas que son bastante comunes. Por ejemplo, es habitual esperar que el negocio ofrezca una seguridad económica para la familia, sea cual sea la vinculación que establezca la familia con la empresa.
En muchos casos, también se ve a la empresa como una fuente de trabajo para la familia, aunque esto pueda ser un arma de doble filo. Por eso conviene plantearse seriamente qué aporta cada miembro de la familia como trabajador, además del apellido, pues no hay que olvidar que el proyecto debe ser competitivo y rentable para ser un sostenible.
Más allá de lo que espera la propiedad de la empresa, ¿qué se espera de la propiedad? De los propietarios se espera responsabilidad con respecto al legado. Ser accionista supone un compromiso con la familia y con la empresa y, si no se está dispuesto a asumir esta responsabilidad, es mejor mantenerse al margen. Ser un accionista comprometido no solo implica derechos, sino también responsabilidades.
De hecho, llevar el apellido de la familia ya es una responsabilidad. Apellidarse Michelin en Francia o Tata en la India tiene un gran peso, porque son dos empresas familiares con una dilatada trayectoria. En otro casos, como Walton en Estados Unidos o Agnelli en Italia, aunque el apellido no coincida con el nombre de la empresa, es ampliamente conocido que son las familias propietarias de Walmart y Fiat, respectivamente.
Estos apellidos no solo se vinculan con una gran fortuna y estatus, sino también con un gran legado que todos los miembros de la familia deben preocuparse por mantener y hacer crecer o, como mínimo, no dilapidar. Sirva como ilustración de lo dicho esta frase de Giovanni Agnelli en los años 90 del siglo pasado, en la que daba el punto de vista de la familia cuando decidieron retomar el control directo de la gestión de la empresa:
“En los años noventa, lo que realmente importa a las empresas es la visión general; un hombre más o un hombre menos da igual, nadie es indispensable. Con algunas excepciones, por supuesto. Tienes que dar la impresión de que hay un interés a largo plazo, de que nada es temporal. Creo que, en los noventa, en Fiat hemos dado esta garantía. Es decir, los directivos se van, pero los Agnelli permanecen”.
Y, en vuestro caso, ¿os habéis preguntado qué esperáis de vuestra empresa familiar? ¿Tenéis claras las expectativas de todos los miembros de la familia?