Una de las funciones del consejo de administración es supervisar y controlar a la dirección de la empresa, es decir, evaluar el desempeño del director/a general y darle feedback. Para cualquiera de nosotros es importante que alguien valore nuestra actividad, pues sin retroalimentación no se puede mejorar. Pero ¿quién evalúa al evaluador? O, dicho de otro modo, ¿quién valora la actividad del consejo de administración?
Alguna vez he oído al presidente de algún consejo restar importancia a la evaluación del desempeño del consejo por considerar que los consejeros son profesionales de renombre con una dilatada experiencia, que no necesitan demostrar su valía. Pero una cosa no está reñida con la otra. De hecho, como buenos profesionales que son, los consejeros valorarán de forma muy positiva recibir feedback de su aportación para poder mejorarla.
Las razones para evaluar al consejo son múltiples. Por un lado, filosóficas, pues no tiene sentido que si se evalúa a todos los trabajadores de la empresa no se haga lo mismo con el órgano de gobierno que hace las contribuciones más importantes para el futuro de la compañía. También hay motivos psicológicos, pues la valoración facilita que la química del consejo funcione al generarse dinámicas positivas de mejora continua. Por otra parte, hay razones prácticas, pues nos preocupamos y ocupamos de lo que se mide.
Es importante asegurarse de que todos los miembros del consejo y el consejo en su conjunto son evaluados de manera periódica, como mínimo una vez al año. Y para llevar a cabo esta evaluación del desempeño es recomendable contar con sistemas profesionales de reporting y evaluación. Para la evaluación pueden hacerse cuestionarios estructurados, análisis de competencias, sesiones de trabajo, entrevistas individuales con los consejeros…
Estas herramientas deberían servir para evaluar el funcionamiento del consejo, las competencias, la capacidad decisoria y el aporte efectivo que realiza este órgano de gobierno. Por supuesto también hay que asegurar no solo que en la empresa se están tomando las mejores decisiones de negocio posibles, sino también que se cumplen todos los requisitos formales establecidos por ley.
En las empresas familiares, este ejercicio de evaluación también debería servir para comprobar si el consejo comprende las expectativas y preocupaciones de la familia propietaria. Además, conviene valorar si el consejo está contribuyendo de forma positiva a gestionar la interrelación entre empresa, propiedad y familia.
Hay quien defiende que, si existe un amplio consenso entre los accionistas, es buena idea que la familia participe en la evaluación del funcionamiento del consejo de administración. Pero mi experiencia me dice que no es una buena idea, porque la responsabilidad de que el consejo funcione es de la persona que lo preside, no de la propiedad. Por supuesto, la familia puede solicitar que se realice la evaluación de desempeño del consejo y tiene derecho a conocer los resultados que se obtienen, pero no debería involucrarse directamente en el proceso.
No hay que entender la evaluación del consejo como un ejercicio de control, sino como un ejercicio de medición para la mejora. No olvidemos que solo lo que se define se puede medir, y solo lo que se mide se puede mejorar. Evaluar es la única forma de progresar.