Como escribió Plauto en Miles gloriosus: nadie que esté solo sabe lo bastante. Por eso es deseable que las compañías estén gobernadas por un órgano colegiado y no por una sola persona, también las empresas familiares.
El consejo de administración es una de las cinco dimensiones que se analizan en el chequeo a la salud de la empresa familiar que estamos descubriendo este curso en el blog. El consejo de administración, la sucesión, la familia, los accionistas y el negocio, son los ámbitos que se analizan y sirven para diagnosticar el estado de salud global de la empresa familiar.
Todo consejo de administración debería contar con tres tipos de consejeros: internos, externos y dominicales, como explicamos en el libro Genésis del consejo. Veamos qué caracteriza a cada uno de ellos.
Los internos son los que compaginan su función en el consejo con el desempeño de alguna responsabilidad en la gestión o la dirección de la empresa. Aportan al consejo un conocimiento profundo del negocio, al estar en el día a día, pero tienen ante sí un reto importante: saber separar las funciones y tareas de gobierno de las propias de gestión.
Los consejeros externos son aquellos que no tienen funciones ejecutivas en la empresa. En la empresa familiar, son externos por partida triple: al capital, a la familia y a la empresa. Se les suele llamar “independientes”, y aportan al consejo un soplo de aire fresco y capacidades complementarias: conocimientos en su área de especialidad, experiencia que permita “verlas venir”, contactos que incorporar al capital social que de por sí ya tiene la empresa, puntos de vista novedosos y un largo etcétera.
Los consejeros dominicales representan al capital. Aunque son nombrados por la familia propietaria, también se espera de ellos independencia de criterio y objetividad, es decir, que defiendan los intereses de la empresa y no solo los de la familia. A la hora de seleccionar a los dominicales, es útil plantearse esta pregunta: ¿tienen un perfil y desempeño que les permitiría optar a ser consejeros externos de otras empresas? Si el candidato es el idóneo, la respuesta debería ser afirmativa.
La contribución de los miembros del consejo dependerá de su compromiso y su competencia profesional. Una persona muy comprometida pero incompetente no aportará nada a la empresa, y una persona muy competente pero poco comprometida, tampoco. Así que, como en tantas cosas en la vida, la clave reside en encontrar el equilibrio.