“Construir un mundo más dulce”. Esta es la misión de Delaviuda, según explican en su página web. Esta empresa familiar nació en 1927 cuando Manuel López y María Rojas abrieron una pequeña confitería en Sonseca, un pueblo de Toledo. Cada día elaboraban los mazapanes a mano y los cocían en su propio horno, un lujo en aquella época. Los vecinos del pueblo pronto apreciaron la calidad y el sabor de sus productos, que poco a poco consiguieron fama en las poblaciones cercanas y más tarde en toda la provincia de Toledo.
En 1939, María quedó viuda con dos hijos de 4 y 8 años, y decidió seguir adelante con el negocio. Pronto los vecinos rebautizaron la confitería de Manuel López, que así se llamaba, como “la confitería de la viuda”, que en 1973 se convirtió en el nombre oficial de la empresa, cuando se registró la marca Delaviuda.
Hoy dirige el negocio el nieto de los fundadores, Manuel López. «Me llamo igual que mi abuelo y no hay nada que me haga estar más orgulloso», reconoce en esta entrevista de Expansión el consejero delegado de Delaviuda Confectionery Group. Adoptaron esta denominación en 2013, cuando ampliaron las líneas de negocio y pasaron a ser un grupo de alimentación que opera en más de 70 países. Siguen siendo un grupo de capital 100% español, y la cuarta generación de la familia ya está involucrada en el gobierno y la gestión de la empresa.
En los años 90, el hijo de los fundadores, Alfredo López Rojas, tomó el relevo. Hacía años que ayudaba a su madre en la confitería y poco a poco había ido aprendiendo el oficio. Fue él quien vio, en 1963, la necesidad de ampliar el negocio y así abrieron la primera fábrica de producción y distribución en Sonseca, que todavía sigue operativa. Ya en la década de 1990, abrieron oficinas en Madrid y realizaron varias adquisiciones en el sector (Mazapanes de Toledo y El Almendro) que les permitieron seguir ampliando sus líneas de negocio.
«Nuestra empresa siempre ha aprovechado los momentos de crisis o las situaciones difíciles para avanzar, pero siempre lo hemos hecho apoyados en cuatro valores fundamentales: prudencia, fiabilidad, perseverancia y transparencia. Siempre hemos tomado decisiones prudentes desde el punto de vista financiero y así hemos podido avanzar sin poner en riesgo la viabilidad de la empresa», explica Manuel López, consejero delegado de Delaviuda Confectionery Group en Expansión.
93 años después de su creación, esta empresa familiar tiene una visión clara enfocada en 3 retos estratégicos: la internacionalización, la desestacionalización y la reinvención de los dulces de Navidad. Según explican en la última “Memoria de sostenibilidad”, actualmente más del 50% de sus ingresos provienen de los mercados internacionales.
Por otra parte, la compra en 2009 de Artenay Bars, una sociedad francesa líder en la elaboración y distribución de barritas de cereales y muesli, les permitió diversificar su producción, y hoy esta línea de negocio supone cerca del 40% de la facturación del grupo.
La innovación de su cartera de productos navideños es continua. La última novedad: esta Navidad, las Tortitas de Turrón El Almendro se pueden disfrutar en todos los restaurantes Vips.
El éxito de Delaviuda nos muestra que tradición e innovación no son incompatibles. Se puede innovar en los sectores tradicionales: es más, no hacerlo puede poner en peligro la viabilidad del negocio. En este sentido, la diversificación puede ser también un excelente aliado para la sostenibilidad de la empresa que, como vemos en este caso, además puede permitir desestacionalizar las ventas, ampliar el catálogo de productos y llegar a nuevos mercados, tanto a nivel nacional como internacional. Y todo esto puede hacerse manteniendo los valores fundacionales de generación en generación.
Con este post con sabor navideño nos despedimos hasta el año que viene. ¡Os deseo unas felices fiestas!