Elogio de la riqueza (II)

Vuelvo sobre el tema de una entrada anterior, en la que expliqué las ideas elementales sobre la riqueza. Las conclusiones de mi razonamiento, que entonces no explicité, son que la riqueza es algo necesario y que cumple unas cuantas funciones importantes: proveer a nuestros ingresos, proporcionarnos bienes y servicios para nuestro consumo y ocio, y generar nueva riqueza, mediante la producción de esos bienes y servicios. De ahí mi «elogio de la riqueza».

Pero, claro, la riqueza la posee alguien, y este es un tema espinoso: ¿quién debería poseer esa riqueza? Y, ¿debe haber algún límite a la posesión de esa riqueza?

La primera pregunta presenta el tema de la propiedad privada, tema ya muy trillado. Hay nos cuantos argumentos que siempre me han parecido convincentes: la propiedad privada evita la invasión de otros en mi propiedad (los okupas en mi vivienda); concede independencia y libertad frente al Estado (el argumento liberal, cuyo origen es la resistencia al gobierno totalitario o absolutista); permite cuidar de los que no pueden hacerlo por sí mismos (la preocupación de tantos padres que tienen un hijo discapacitado o muy pequeño: ¿qué será de él si nosotros faltamos?), incluidas las transferencias a otras personas necesitadas, y los regalos, claro; facilita la conservación de esa riqueza (si la casa es mía, me interesa que no tenga goteras que la arruinen), y facilita su crecimiento.

Este último es el argumento que podemos llamar agregado: a todos nos interesa que nuestro patrimonio común crezca: que haya más inversiones productivas, más escuelas y hospitales, más plantaciones agrícolas… Con límites, claro: más plantaciones puede suponer deterioro del medio ambiente, y más escuelas puede provocar un exceso de oferta educativa, con costes crecientes y rendimientos decrecientes, es decir, un despilfarro de recursos. Y esto nos lleva a la conclusión de que es bueno que la riqueza crezca, pero de manera ordenada y eficiente.

Y acabo con la otra pregunta que puse antes: ¿debe tener un límite la riqueza que una persona debe poseer? Desde el punto de vista económico, el límite es el del crecimiento eficiente: a menudo es mejor que una sola persona sea la propietaria de una empresa grande, en vez de un gran número de pequeños inversores, que no tendrán otro interés que sacar el mayor rendimiento posible a su inversión. Por tanto, el límite es aquí el de la eficiencia. Claro que muchos capitales pequeños pueden juntarse en un fondo de inversión, pero, de nuevo, la eficiencia no está asegurada, si ese fondo tiene una estrategia cortoplacista, de ganar más y salir corriendo. Algún día tendremos que hablar de la figura del «propietario» de la empresa, clave para entender, por ejemplo, su responsabilidad social, que será, probablemente, distinta de la de un gerente contratado.

Y hay otro argumento, que mencionó juanmari en una entrada mía anterior: el del poder. Concentración de riqueza es también poder (económico, social, político…). No es malo que alguien tenga poder, si lo usa bien, para crear riqueza para todos, de forma eficiente y justa. Pero puede usarse el poder para conseguir ventajas políticas, por ejemplo, y esto ya no es justo ni eficiente.

¿Significa eso que ese poder lo tiene que tener la autoridad política? Sería muy bonito decir que tenemos gobernantes justos, eficaces, honrados… pero me parece que no suele ser así. De modo que la concentración del poder en las autoridades políticas no es la solución. Tendremos que volver a pensar en la función social de la propiedad.

3 thoughts on “Elogio de la riqueza (II)

  1. Pero, sigo insistiendo, el poder concentrado podrá ser eficiente pero no es eficaz. ¿Por qué? Porque para ser eficaz debe perseguir un mayor equilibrio. Y la democracia, el equilibrio en el poder por parte de todos, está reñida con la concentración de la riqueza.
    Aunque el más rico y más poderoso, fuera una BUENA persona, sería MALA porque no reparte el poder entre la mayoría.
    Todos los dictadores han mantenido esa excusa. Lo haré mejor YO.
    Si se cree en la igualdad de la dignidad de la persona, se ama la democracia y se rechaza la dictadura. Aunque parezca eficaz.

  2. Un gran artículo profesor, el elogio de la riqueza es cada vez más abundante en el mundo, yo en la actualidad trabajo como tarotista y la verdad no me da para ser rica, pero espero que en un futuro pueda tener algo de dinero como para vivir bien, por que por desgracia sin dinero no se es nadie. Si no fuera gracias a mi amarre de amor con sangre que me está funcionando muy bien con los clientes y tiene una efectividad grandísima, yo no estaría generando nada de dinero actualmente y tengo 2 hijas que mantener.

    Saludos y gracias por deleitarnos con esta gran información.
    Lucía.

  3. Repongo el tema del sincronismo, profesor Argandoña. Se trata de ciclos. La lentitud o prontitud de la respuesta al que pone su riqueza para generar más riqueza, se llama velocidad de la riqueza. Eso es lo que mide la contra-varianza. No basta con las co-relaciones como se hace actualmente. Eso no sirve más que para la riqueza muy lenta. La gente se puede morir mientras se mide porque no le llegó su alimento, que es diario (es lo que Francisco llama corrupción). La riqueza fluye -o por lo menos debe fluir- continuamente y solo se puede estudiar por ciclos. Como esos ciclos no se ven (no son newtonianos) se deben hipotetizar (para eso son los números) y eso les da un ciclo que no se ve sino que es fruto del uso de dinero para medir la riqueza (que es un número). Esos números se llaman complejos o imaginarios. Eso es la contra-relación, un número imaginario (raíz par de un número negativo). Justo mide si la velocidad de esa riqueza nos hará más ricos o más pobres. Se resume como sincronía. Polo decía que era la vida misma. Si no hay sincronía es porque ya estamos muertos.

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