En la terminología común se ha asentado la separación entre el accionista “activo” y accionista “pasivo”. Pero si aceptamos esta división, lo hemos de hacer desde el punto de vista de actitud, compromiso e interés y no desde el punto de vista de actividad presencial o en la gestión de la empresa.
Uno no decide en qué familia va a nacer. Pero sí que decide a que empresa va a pertenecer.
Ser o no ser accionista de una empresa familiar, es un derecho que se define libremente, y fuera de las connotaciones económicas y financieras, representa una expresión de compromiso y voluntad de continuar un legado iniciado por la familia fundadora. Pero nadie puede ser obligado a aceptar este legado.
El hecho de asumir el rol de accionista supone aceptar una responsabilidad histórica, institucional, social y familiar que cambia los derechos, las obligaciones, y las posibilidades dentro de la familia y de la empresa. Y por ello, el mero acto jurídico de aceptar en herencia las acciones implica la asunción y disfrute del legado familiar y altera la vida y las responsabilidades que se asumen hasta que el accionista decida dejar de serlo por cualquiera de las causas que recogen los ordenamientos jurídicos.
Una vez asumido el rol de accionista de una empresa familiar, el poseedor de las acciones ha de ser consciente que uno de los principales propósitos de la empresa familiar es desarrollar responsabilidad social, societaria y familiar, comprometiéndose en mejorar el entorno en el que está asentada. Y esto conlleva asumir riesgos y generar valor tanto hacia dentro, como hacia fuera.
La dimensión social de las empresas familiares marca la diferencia. Todas ellas, forman parte del paisaje social. Están arraigadas en la sociedad donde operan y esa pertenencia genera unas exigencias que se manifiestan en el compromiso de devolver a la sociedad parte de lo recibido, y sentirse orgullosos de formar parte de un próspero proyecto humano, social y empresarial.
Un accionista comprometido siente y vive este orgullo de pertenencia, porque cree en el proyecto y está motivado por el mismo. Trata por todos los medios de mantener el espíritu emprendedor, y lo hace informándose y formándose, para poder aportar las mejoras, perspectivas, ideas y sobre todo, el amor y respeto por un legado que pertenece a las futuras generaciones.
Una empresa familiar, puede ser íntegramente dirigida por profesionales no familiares, pero con el accionariado comprometido con los valores, el legado y la continuidad del proyecto empresarial en manos de la familia fundadora, no habrá accionistas “pasivos”.
Muy bien dicho. La idea es que el que quiera ser accionista, ya sea éste parte de la familia fundadora o no, debe sentirse comprometido con los ideales de la empresa y trabajar para lograrlos.
Estimada Liseth,
El compromiso es una de las claves en la difícil tarea de mantener la familia empresaria unida en la responsabilidad por continuar el proyecto empresarial iniciado por la generación fundadora. Y este compromiso solo podrá lograrse con accionistas que sientan que además de derechos tienen determinadas obligaciones para con la empresa que han heredado y que deben traspasar como legado a la siguiente generación.
Saludos,
Josep
En el mundo que vivimos,el compromiso con lo que se tiene es ineludible,la indiferencia puede er muy costosa.Las formas cooperativas pueden ser diversas,cada quien de acuerdo a sus posibilidades y capacidades dentro del núcleo familiar.
Estimado Manuel,
Efectivamente, como ya había comentado en la respuesta a Liseth, el compromiso es fundamental. Como bien dices, la indiferencia puede ser muy costosa y el precio cada vez más caro a medida que la familia vaya evitando ponerse de acuerdo sobre las medidas que se han de tomar para asegurar la sostenibilidad de la empresa.
Saludos,
Josep
Completamente de acuerdo. La propia terminología, a veces, es engañosa: hemos visto accionistas de los que denominaríamos «pasivos» involucrarse hasta el fondo de forma puntual si creen que pueden aportar algo más allá del resto de accionistas/equipo directivo, o sienten que por el motivo que sea tienen que defender su punto de vista en particular. Así, que si somos de los que nos gusta encasillar, quizá además de ‘activo’ o ‘pasivo’ podríamos crear una tercera categoría: «latente»?
Muchas gracias Antoni,
Buscar el equilibrio entre estos dos términos es sin duda muy complicado y añadir una tercera categoría sería una buena solución, siempre y cuando no añada más complejidad.
Un saludo,
Josep
Estimados: totalmente de acuerdo, en las empresas a las que acompañamos en el proceso de protocolo nos hemos encontrado con que, la mayoría de las veces , los accionistas o socios de una empresa no ejercen sus derechos y obligaciones porque no los conocen. Es un cambio maravilloso ver cómo a medida que se informan salen de la crisálida y participan activamente porque empiezan a entender la realidad y experienca que implica participar activamente de la propiedad. Una cuestión importante para este cambio es la capacitación de los socios para que lo sean, solo así llegan a poder pensar en la profesionalización de la empresa. Lo hemos aplicado en Argentina y funciona! Un cordial saludo, Cristina
Estimada Cristina,
En cualquier actividad humana que implica mantener estrechas relaciones con otras personas, siempre se ha de tener en cuenta que “No se puede amar lo que no se conoce”
En una empresa familiar, aún más.
Tanto en España, como en Argentina o cualquier otro país del mundo la base para tener un accionariado comprometido con el proyecto empresarial en manos de la familia propietaria, es crear y mantener abiertos los canales para compartir la información.
Saludos,
Josep
Muy buen árticulo. Les comento que soy Consultor de empresas familiares en Córdoba, Argentina. y trabajar el tema de la actitud para pasar de ser un accionista pasivo a uno activo es de fundamental importancia. Consulta: puedo publicar este artículo en mi página?
Un abrazo en la distancia
Muchas gracias Ciro,
Saludos,
Josep