La semana pasada acababa el post diciendo que las empresas familiares ponen el valor en una perspectiva muy distinta de la que pueden observar las agencias de valoración. Siendo ello muy cierto no es menos cierto que no se puede caer en el error de pensar que las reglas de mercado no afectan a las empresas familiares en lo que se refiere al valor de sus acciones.
Hoy toca hablar de valor como aproximación al precio. Cuando alguien cree que sus acciones valen una determinada cantidad no puede dejarse llevar solo por sus impresiones. La reciente crisis inmobiliaria ha enseñado a muchos que no es cierto aquello que pensaban acerca de que los ladrillos nunca pierden valor. El actual precio de lo inmobiliario ha enseñado a muchos que el precio de los activos inmobiliarios está sujeto a volatilidad al igual que lo están otros activos financieros como pueden ser las acciones cotizadas. Algo parecido pasa con las empresas no cotizadas. Si uno tiene un paquete de acciones de una empresa no cotizada sin duda tendrá su propia apreciación de valor. Pero esta apreciación de valor conviene fundamentarla en las reglas habituales de los mercados y no en meras percepciones personales.
No es lo mismo un paquete minoritario de acciones que un paquete de control. El precio que uno puede esperar tampoco es el mismo en épocas de turbulencias y vacas flacas que en épocas de esplendor.
Decíamos la semana pasada que la propiedad en la empresa familiar tiene un fuerte componente socioemocional y ello es muy cierto. Aunque este componente en reiteradas ocasiones frena operaciones de compra-venta, no por ello hemos de poner precio a las acciones solo por emociones. En toda transacción se busca un equilibrio entre la disposición a pagar del comprador y el coste de oportunidad del vendedor. Hay que hacer todo lo posible para que las emociones -que siempre las habrá- enturbien lo menos posible la fijación de aquellos dos valores: coste de oportunidad del vendedor y disposición a pagar del comprador. De este modo sucederá que el mecanismo de fijación de precio de la acción se haga de la forma mas racional posible por el bien de todos los implicados y sobre todo por el bien de la empresa.
A veces desacuerdos en operaciones de transacción de acciones devienen en malestar accionarial que se traslada a los órganos de gestión de la empresa perjudicando el presente y a veces el futuro de la gallina de los huevos de oro.
Hay tres maneras de evitar que los accionistas crean que poseen la luna, son: formación, formación y formación.
Buena perspectiva del tema.
Buen material. Recordemos que una de las trampas mortales que amenazan a las empresas de familia es creerse inmunes…